“Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes -afirma el Señor-, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza” Jeremías 29:11, NVI
Ya llevamos dos semanas examinando el retrato de este Dios que nos ha elegido. Puede que lo conozcamos de toda la vida, o quizá lo estemos descubriendo en todos los aspectos de nuevo (como el antiguo anuncio de copos de maíz: “Vuelve a probarlos, por primera vez”). Pero está más que claro que la verdad sobre él ha sido terriblemente distorsionada por ahí fuera, y a veces incluso aquí dentro.
Los periódicos del este de los Estados Unidos publicaron la historia de una mujer que conducía sola a horas avanzadas de la noche por un tramo sin tráfico de una autopista interestatal cuando, inesperadamente, apareció un estruendoso camión. El conductor la estaba adelantando cuando, de repente, sus frenos neumáticos emitieron un zumbido y disminuyó de marcha, volviendo a ponerse detrás, con sus cegadores faros halógenos iluminando el interior del vehículo de la mujer. Nerviosa, la mujer aceleró. El camionero hizo lo mismo. Ella disminuyó de marcha. Él también. Hiciera ella lo que hiciera, él estaba detrás. Ya presa del pánico, la mujer buscaba en los tramos de negrura que tenía por delante alguna señal de vida y de auxilio. Por fin, divisó una gasolinera que seguía abierta. Intentó nuevamente zafarse del camionero, pero él tomó la misma salida inmediatamente detrás. Con sus neumáticos chirriando al detenerse en la gasolinera, la mujer huyó del automóvil pidiendo ayuda a gritos. El camionero salió de su cabina de un salto y fue corriendo hasta el automóvil. Cuando llegó, se detuvo, abrió de golpe la puerta trasera, echó mano al interior y sacó a un hombre que había estado agazapado detrás del asiento del conductor.
En algún momento de la noche, un asaltante se había ocultado en el automóvil de la mujer, aguardando el momento oportuno para atacarla. Pero esa misma noche oscura, un camionero pasó junto a ella y, desde su ventajosa posición elevada, vio al asaltante oculto. La mujer había estado huyendo de la persona indebida. Porque el que la perseguía era el único que podía salvarla.
¿Cuántos en este crepúsculo de la historia de la tierra han confundido la evidencia y están huyendo de la persona equivocada, alejándose del Único que puede salvarlos? “Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes -afirma el Señor-, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza”.
Con un ofrecimiento así, ¿quién no querría ser elegido por Dios? Vamos, que aunque esta hubiera sido la única promesa que hubiese hecho, ¿no tendríamos razón de sobra para tener esperanza en el futuro? Entonces, ¿hay alguna razón para que te guardes este ofrecimiento para ti solo?
Tomado de Lecturas devocionales para Adultos 2016
EL SUEÑO DE DIOS PARA TI
Por: Dwight K. Nelson
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