Para juzgar los comportamientos ajenos hay que informarse mucho. Marco Aurelio
Desde que existe el pecado en el mundo, existen los conflictos, y ¡qué difícil es resolverlos! La Biblia nos da claves para lograrlo. Una de ellas se encuentra en Josué 22.
“Las tribus de Rubén y de Gad y la media tribu de Manasés se separaron del resto de los israelitas […] para regresar a sus posesiones en la región de Galaad, donde tenían tierras según el Señor lo había ordenado” (vers. 9). Hasta aquí todo bien; Dios dirigía sus pasos. Pero cuando estaban “todavía en territorio cananeo, levantaron junto al río un gran altar” (vers. 10), hecho interpretado por las demás tribus como deslealtad a Dios, pues Israel tenía un santuario, erigido por mandato de Dios y en el que se manifestaba su presencia. ¡Era un acto de rebeldía! O así lo creyeron los demás, que “se reunieron en Silo para ir a pelear contra ellos” (vers. 12).
¡Una guerra! Palabras mayores… Afortunadamente, antes de que corriera la sangre, Finees y un jefe de cada una de las diez tribus fueron a presentar las duras acusaciones de traición y rebeldía, para evaluar si las respuestas eran satisfactorias. Para su sorpresa, los acusados resultaron ser inocentes: “La verdad es que lo hicimos porque no queremos que algún día los hijos de ustedes les digan a los nuestros: ‘¿Qué tienen ustedes que ver con el Señor y Dios de Israel?’ […] Por eso pensamos en construir un altar, no para ofrecer holocaustos al Señor. […] Dios nos libre de rebelamos contra él o de abandonarle” (vers. 24-29).
Como sucede en ocasiones, ambas partes del conflicto habían tenido algo de culpa: las dos tribus y media por no haber explicado lo que estaban haciendo y las restantes por haber condenado a sus hermanos sin investigar cuidadosamente los hechos. Sin embargo, es digna de imitar la actitud de los acusados, que en ningún momento mostraron resentimiento por la falsa acusación, y la disposición de los acusadores a escuchar antes de actuar. Para actuar con altura moral en los conflictos es necesario hacer las preguntas que procedan y escuchar las respuestas oportunas, intentando mantener la unidad.
Conclusión: cuando seas malinterpretada, explica sin orgullo tus actos y motivaciones; asimismo, cuando te sientas tentada a juzgar mal a otra persona, escúchala con cortesía, inclinada a tomar el punto de vista más favorable sobre ella, y dispuesta a alegrarte con la demostración de su inocencia.
“No juzguen ustedes nada antes de tiempo; esperen a que el Señor venga y saque a la luz lo que ahora está en la oscuridad y dé a conocer las Intenciones del corazón. Entonces Dios dará a cada uno la alabanza que merezca” (1 Cor. 4:5).
Tomado de Lecturas Devocionales para Damas 2016
ANTE TODO, CRISTIANA
Por: Mónica Díaz
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