martes, 2 de febrero de 2016

EL PROCESO DE SELECCIÓN

“Porque tú eres un pueblo consagrado al Señor tu Dios, y a ti te ha elegido el Señor de entre todos los pueblos de la tierra para que seas el pueblo de su propiedad”. Deuteronomio 14:2, LPH

Seamos sinceros. Hay un proceso obvio de selección en todas las Escrituras. Adán y Eva tienen dos hijos: uno es elegido por Dios y el otro rechazado. El mundo antediluviano incluye a un hombre llamado Noé y a su familia: estos ocho son elegidos y el resto del mundo rechazado.
Una familia gentil de Ur de los caldeos tiene un muchacho llamado Abram: él es elegido por Dios y el resto de la familia queda fuera. Abraham tiene dos hijos: ambos son elegidos por Dios, pero solo uno recibe el destino más elevado. Ese, Isaac, tiene dos hijos: uno es elegido por Dios y el otro queda marginado en un destino menor. El hijo elegido, Jacob, tiene doce hijos: el segundo más joven es elegido por Dios para ser el liberador y los otros acaban inclinándose ante él. La tierra de Egipto se llena de los hijos de Israel, y tras un par de siglos Dios elige a los esclavos y rechaza a los amos.
Israel entra en la tierra prometida y clama por un rey: Dios elige a Saúl, pero luego lo “des-elige”, favoreciendo en su lugar a un pastorcillo llamado David. El reino de Israel prospera y crece y luego apostata y cae: los reyes se suceden, algunos elegidos por Dios y otros rechazadas, hasta que por fin todo lo que queda es un “remanente”.
Tras el largo y penoso exilio, el remanente disperso vuelve a casa, y siglos después Dios aparece en la persona de Emanuel, Jesús de Nazaret, amado por las masas pero rechazado por los dirigentes y ejecutado. Y cuando resucita, surge un nuevo “elegido” sin trabas de ADN, de fronteras geográficas y sin estar limitado tan siquiera por el templo de Jerusalén. Y así prosigue indefinidamente la historia del “elegido”.
¿Y? En toda la historia sagrada Dios ha tenido una comunidad de fe que ha identificado como “los elegidos”. Allí, en los límites de la tierra prometida, Moisés hace entender el quid incontrovertible de la cuestión: Tú “eres pueblo santo a Jehová, tu Dios, y Jehová te ha escogido para que le seas un pueblo único entre todos los pueblos que están sobre la tierra”.
Porque, verás, cuando estás en la frontera misma de la tierra prometida, ya va siendo hora de que comprendas la misión divina a la que se te llama.

Tomado de Lecturas devocionales para Adultos 2016
EL SUEÑO DE DIOS PARA TI
Por: Dwight K. Nelson
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