Los sabios son los que buscan la sabiduría; los necios piensan haberla encontrado ya. Napoleón Bonaparte
Se cuenta que Tales de Mileto (630-545 a.C.), el más famoso de los siete sabios de Grecia, sufría las burlas de sus conciudadanos. Mucha gente creía que si fuera realmente sabio, se habría hecho rico. Cuando este comentario llegó a sus oídos, Tales tomó sus ahorros y compró todas las máquinas de prensar aceitunas que había en su ciudad. El filósofo había estudiado el clima y las estaciones y sabía que, aquel año, los olivos darían una cosecha extraordinaria.
Cuando llegó el tiempo de la cosecha, los agricultores descubrieron que una persona era la propietaria de todas las prensas de la región; si querían obtener aceite para vender, o simplemente evitar que toneladas de aceitunas se echaran a perder, debían alquilar las prensas de Tales de Mileto. Como tenía un monopolio, este se permitió el lujo de cobrar cantidades exorbitantes de dinero. Al final de la cosecha, Tales era un hombre rico. De manera inesperada, vendió las prensas y donó todas las ganancias; así, el sabio demostró que podía haber elegido las riquezas, pero había preferido el camino de la sabiduría. Nadie volvió a burlarse de él.*
¿Qué camino hemos elegido nosotras? ¿Cuáles son nuestras prioridades? ¿Tal vez pedimos a Dios sabiduría para usarla como un instrumento que nos lleve al éxito y la prosperidad material? Así entendían la sabiduría los contemporáneos de Tales, y así la sigue entendiendo hoy la mayoría de la gente: “Esta persona es sabia porque ha hecho fortuna, porque ha terminado una carrera difícil, porque habla de maravilla en público…” Pero ¿es este el concepto de sabiduría que presenta la Biblia?
Dios nos ha explicado qué significa ser sabio: “Si haces tuyas mis palabras y atesoras mis mandamientos; si tu oído inclinas hacia la sabiduría y de corazón te entregas a la inteligencia; si llamas a la inteligencia y pides discernimiento; si la buscas como a la plata, como a un tesoro escondido, entonces comprenderás el temor del Señor y hallarás el conocimiento de Dios” (Prov. 2:1-5, NVI).
Si integras en tu día a día las palabras de Dios; si consideras sus mandamientos como tu mayor tesoro; si haces del conocimiento de Dios el gran objetivo de tu vida, entenderás que la sabiduría es su propia recompensa. Por eso, busca la sabiduría; no es “misión imposible”.
“¡Quién diera que Dios hablara, que abriera para ti sus labios y te declarara los secretos de la sabiduría, que son de doble valor que las riquezas!” (Job 11:5, 6, RV95).
* Pat Williams y Jim Denney, The Leadership Wisdom of Solomon [El sabio liderazgo de Salomón] (Ohio: Standard Publishing, 2010), pp. 254, 255.
Tomado de Lecturas Devocionales para Damas 2016
ANTE TODO, CRISTIANA
Por: Mónica Díaz
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