“Porque para el Señor tu Dios tú eres un pueblo santo; él te eligió para que jueras su posesión exclusiva entre todos los pueblos de la tierra”. Deuteronomio 7:6, NVI
Cuando piensas en el hecho de haber sido elegido, ¿se retrotrae tu mente a los lejanos días en la hora de recreo en aquel patio de escuela cuando el maestro pedía a los dos chicos más grandes de la clase que formasen equipos para algún deporte? ¿Te acuerdas de cómo el resto se ponían en fila, aguardando educadamente a que se pronunciara el nombre de cada cual? ¿Y te acuerdas de cómo estabas allí de pie, aguantando nerviosamente la respiración, cambiando tu peso de un pie al otro, esperando en vano que esa vez fueras elegido? Sin embargo, cuando los capitanes iban eligiendo quisquillosamente en aquella fila que se hacía más corta cada vez con cada nombre pronunciado, una fila en la que aún seguías tú, ¿te vino a la cabeza el pensamiento terrible: “Puede que no me elijan en absoluto. Supongo que tendré que quedarme otra vez en las bancas y ver a los niños que fueron elegidos’ jugar su partido”?
Algunos sabemos, por triste experiencia, que no ser elegido no es nada gracioso. Ya se trate de la elección de presidente o de una invitación a una fiesta, a nadie le gusta que lo hagan de menos.
Entonces, ¿qué hacemos con estas palabras de Dios, debidamente transmitidas a los hijos de Israel por medio de su anciano dirigente Moisés? Los cuarenta años de peregrinaje por el desierto casi han terminado. Salvo Josué y Caleb, toda una generación de más de sesenta años está ahora muerta. Estas palabras forman parte de la despedida más larga de la literatura sagrada, cuando por última vez Moisés repasa con los hijos adultos la dirección divina de las últimas cuatro décadas. Sus madres, sus padres y sus abuelos son todos polvorientos montículos mortuorios en el desierto que hay a su espalda. La incredulidad ha privado de la tierra prometida a toda una generación. Y hasta su amado dirigente, entrado en años, ascenderá en unos días una montaña solitaria para morir en soledad a este lado de Canaán, precio elevadísimo por la responsabilidad moral de los dirigentes espirituales.
“El Señor tu Dios […] te eligió para que fueras su posesión exclusiva”. En realidad, no hay ninguna manera diplomática de expresar esto. Moisés simplemente pronuncia la verdad. Sobre todos los pueblos de la raza humana, ustedes -esta pandilla liberada de esclavos procedente de Egipto- han sido elegidos por Dios para ser “su posesión exclusiva”. Punto. Pero en nuestra época de imparcialidad igualitaria esto difícilmente parece cortés ni adecuado, ¿verdad? A no ser, por supuesto, que ser elegido tenga más que ver con Dios que con nosotros.
Tomado de Lecturas devocionales para Adultos 2016
EL SUEÑO DE DIOS PARA TI
Por: Dwight K. Nelson
#ElSueñoDeDiosParaTi #MeditacionesMatutinas #DevocionMatutinaParaAdultos #vigorespiritual #plenitudespiritual #FliaHernándezQuitian
No hay comentarios:
Publicar un comentario