¡Ah, cuán grande es aquel día! Tanto, que no hay otro semejante a él; tiempo de angustia para Jacob; pero de ella será librado. Jeremías 30:7.
Jacob se quedó en el lado norte del vado de Jaboc, para estar solo con Dios. Era medianoche. La mente de Jacob tenía una gran necesidad de Dios. Esaú estaba en su camino, y el pensamiento de que su propio pecado había puesto a su familia inocente en un peligro tan grave hizo que Jacob llorara.
Fue mientras estaba llorando y orando que una mano fuerte de pronto lo alcanzó en la oscuridad y lo agarró. Pensando que era un enemigo que estaba intentando matarlo, Jacob se tambaleó hacia adelante y comenzó a pelear por su vida con esta figura misteriosa. “No se pronunció una sola palabra, pero Jacob desplegó todas sus energías y ni un momento cejó en sus esfuerzos. Mientras así luchaba por su vida, el sentimiento de su culpa pesaba sobre su alma; sus pecados surgieron ante él, para alejarlo de Dios” (Patriarcas y profetas, p. 196).
Los dos lucharon toda la noche, Jacob intentando desesperadamente librarse del extraño. El sol estaba por salir cuando, tan repentinamente como la lucha había comenzado, el misterioso extraño se estiró y tocó el muslo de Jacob. Inmediatamente, Jacob quedó cojo. Ahora se dio cuenta de que había estado luchando con más que un simple hombre común. “Por eso sus esfuerzos casi sobrehumanos no habían obtenido la victoria. Era Cristo, ‘el Ángel del pacto’, el que se había revelado a Jacob. El patriarca estaba imposibilitado y sufría el dolor más agudo, pero no aflojó su asidero” (ibíd.).
Verdaderamente triste por sus pecados pasados, Jacob lloró y oró por perdón. Jesús intentó soltarse. “Déjame ir porque raya el alba”.
“iNo te dejaré ir, si no me bendices!”, gritó Jacob. Dijo eso porque ahora veía que Jesús era su única esperanza de protección. Había aprendido la poderosa lección de que las cosas buenas en la vida vienen solo de Dios, y confiar en sí mismo solo le había traído tristeza y temor. Cuando Dios vio que había aprendido esta lección, estuvo feliz de darle la bendición de su protección.
Justo antes de que Jesús regrese, el pueblo de Dios tendrá una experiencia similar al “tiempo de angustia de Jacob”. Será un tiempo difícil. la gente nos amenazará y tendremos que decidir si confiaremos en nosotros mismos o en Dios. Cuando Dios ve que confiamos en él completamente, está feliz de bendecimos y protegemos.
Tomado de devoción matutina para menores 2016
¡GENIAL! Dios tiene un plan para ti
Por: Jan S. Doward
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