domingo, 28 de febrero de 2016

SE HA LLEGADO A UN VEREDICTO

“En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor”. 1 Juan 4:18

¿Se reduce el juicio final al veredicto final? ¿Sufrir retortijones de estómago, devanarse los sesos y morderse las uñas hasta el mismo fin? ¿Soy culpable o no? ¿Estoy perdido y soy salvo? Tras reflexionar en el llamamiento de los elegidos y el evangelio eterno como hemos hecho, ¿cómo responderemos esta pregunta?
Repasemos un momento aquel puñado de versículos de Romanos que Lutero denominó “lo principal, en el centro mismo de la Epístola y de toda la Biblia” y lo que León Morris describe como “posiblemente el párrafo aislado de mayor importancia jamás escrito”. En el centro de Romanos 3:21-26 se encuentran estas conocidas palabras: “No hay diferencia, por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios, y son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús” (vers. 22-24).
Es el meollo del evangelio eterno, el quicio de toda verdad: los seres humanos caídos todos perdidos sin esperanza- hemos sido redimidos gloriosamente por el Dios del universo que, en Cristo, se sacrificó por la salvación de la raza humana, “para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Juan 3:16). Amén.
¿Cuándo fue pronunciado el veredicto divino contra el pecado y a favor de los pecadores? Según el calendario, ese supremo sacrificio se realizó hace dos mil años. O sea, hace dos milenios el juicio divino, tanto sobre el pecado como sobre los pecadores, fue dado en la cruz, cuando Dios dio un golpe con su mazo y declaró absueltos, indultados y emancipados a los seres humanos. “¡Consumado es!” (Juan 19:30). Y lo fue. Cristo se “apoderó del mundo sobre el cual Satanás pretendía presidir como en su legítimo territorio. En la obra admirable de dar su vida, Cristo restauró a toda la raza humana al favor de Dios” (Mensajes selectos, tomo 1, p. 402).
Y, gracias a esta buena noticia, por siempre duradera, el juicio final no se reduce al veredicto al final, sino más bien al veredicto al inicio. No es preciso que vivamos en la incertidumbre por su resultado. Que el juicio haya de concluir esta noche, mañana, en cien años o en mil años carece de importancia. Porque el veredicto que cuenta fue dado al principio. “Nos concedió este favor en Cristo Jesús antes del comienzo del tiempo” (2 Tim. 1:9, NVI). ¡No es de extrañar que evangelio signifique “buena nueva”!

Tomado de Lecturas devocionales para Adultos 2016
EL SUEÑO DE DIOS PARA TI
Por: Dwight K. Nelson
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