“‘Porque como los cielos nuevos y la nueva tierra que yo hago permanecerán delante de mí’, dice Jehová, ‘así permanecerá vuestra descendencia y vuestro nombre. Y de mes en mes, y de sábado en sábado, vendrán todos a adorar delante de mí’, dice Jehová”. Isaías 66:22, 23}
A lo largo de generaciones, uno de los rituales familiares de nuestra “tribu” (o sea familia) ha sido hacernos un retrato familiar en Navidad antes de abrir los regalos. Para los niños hay un elemento de expectación en el ambiente, dado que, una vez que todos los flashes de las cámaras han dejado de producir destellos, no puede tardar en llegar el momento de abrir los regalos. Y para mamá y papá, y cualquier familiar que esté de visita, está el gozo de crear otro recuerdo a todo color de ese tiempo juntos.
Dios también es muy aficionado a los retratos familiares, y por eso cada sábado nos reúne para que posemos. Ahora bien, es verdad que no nos reunimos en nuestra congregación para mirarnos entre nosotros. Dios es el objeto de nuestra atención colectiva, y todos tenemos enfocado en su dirección el objetivo de nuestra alma. No obstante, en un sentido muy real, la mañana de los sábados nos hacen un “retrato familiar”. Igual que es una desilusión que uno de los niños u otro miembro de la familia no esté presente para nuestra foto familiar en Navidad, que uno de los miembros de nuestra familia espiritual falte el sábado por la mañana también crea un vacío en un sentido muy real, ¿no es así? Y si ese miembro de la familia espiritual falta sábado tras sábado, ¿haremos simplemente como que esa persona ya no existe?
Dios es muy aficionado a los retratos de familia. Bueno, hasta en la eternidad, según nos recuerda nuestro texto de hoy, Dios va a reunir a sus hijos del mundo entero para otra experiencia inolvidable de adoración, en plan de retrato familiar, al pie de su trono. “De sábado en sábado” iremos a casa para estar con la familia y el Padre. ¡Y será una celebración espiritual -la fiesta de Dios, si la quieres llamar así- como no hemos visto nunca!
Entonces, si a Dios le gusta tanto el culto colectivo, comunitario, en su hogar en lo alto, ¿no debería gustarle con la misma intensidad aquí abajo? “Sí, pero realmente no saco nada de adorar en la iglesita cercana”. ¿Pudiera ser que tengas la cámara apuntándote a ti? ¿Qué pasaría si adoraras a Dios, acompañado por su familia, centrándote en lo que pudieras aportar para profundizar la experiencia de adoración de los demás? ¿Crees que podrías descubrir, como C. S. Lewis, a un santo o dos con botas que realmente “no eres digno de limpiar”? La familia, después de todo, somos todos, ¿no?
Tomado de Lecturas devocionales para Adultos 2016
EL SUEÑO DE DIOS PARA TI
Por: Dwight K. Nelson
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