Aguarda a Jehová; esfuérzate, y aliéntese tu corazón; sí, espera a Jehová. Salmo 27:14.
Samuel ungió en secreto a David como rey sobre Israel. Luego, el profeta regresó a su hogar en Rama, y David volvió a apacentar las ovejas. Todavía no había llegado la hora para que él gobernara como rey, y estaba contento de esperar la dirección de Dios. Aunque sabía que algún día ocuparía una alta posición, la idea no lo regocijó. “Tan humilde y modesto como antes de su ungimiento, el pastorcillo regresó a las colinas, para vigilar y cuidar sus rebaños tan cariñosamente como antes” (Patriarcas y profetas, p. 693).
Naturalmente, David no podía olvidar la experiencia emocionante del ungimiento, pero no permitió que su mente se explayara en eso. En lugar de ello, tomó su arpa, inspirado, y comenzó a componer una nueva canción para el Señor. Estaba impresionado por la maravillosa creación de Dios, y puso muchos de estos pensamientos en poemas. El nombre del Creador estaba escrito por dondequiera él mirara. El pasto verde, los altos árboles que mecían sus ramas, las uvas maduras que relucían con la luz del sol, todo le recordaba el cuidado de Dios por sus hijos. “Allí estaban las atrevidas cumbres de los cerros que se elevaban hacia el firmamento; en la lejanía se destacaban las peñas estériles de la montaña amurallada de Moab; y sobre todo se extendía el azul suave de la bóveda celestial. Y, más allá estaba Dios. El no podía verlo, pero sus obras rebosaban alabanzas” (ibídí).
David estuvo dispuesto a escuchar a Dios hablar a través de las cosas que había hecho. Por esto, estaba contento de esperar que Dios trabajara en su vida. Prestando atención a los movimientos calmos de la naturaleza, al crecimiento lento y constante de las plantas, razonó que podría esperar a que Dios obrara el plan para su vida. Cuanto más pensaba en Dios, tanto más lo amaba. Y, cuanto más lo amaba, tanto más cantaba.
Una de las secciones más famosas de la Biblia fue escrita por este joven pastor, quien más tarde llegó a ser uno de los reyes más grandes de Israel. Cuando lees los salmos de David, notas que muchos de ellos son de alabanza y agradecimiento al Señor. Son felices y alegres porque nos cuentan de los sentimientos interiores del escritor.
Han pasado siglos desde que David compuso estas canciones pero, a través de ellas, su confianza y su amor por el Señor siguen vivos.
Tomado de devoción matutina para menores 2016
¡GENIAL! Dios tiene un plan para ti
Por: Jan S. Doward
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