Siempre que una comunidad nos impida ser un individuo delante de Cristo, hay que detestarla. Dietrich Bonhoeffer
Por naturaleza, todos tendemos a identificamos con algún grupo o comunidad. Bien se trate de nuestra confesión religiosa o tendencia política, de la simpatía con un equipo deportivo o un artista, nos gusta allegamos a gente que tiene nuestras mismas inclinaciones, tendencias o gustos; nos sentimos acompañados y protegidos: “Mi familia”, “mis amigos”, “mis hermanos de iglesia”, “mis compatriotas”. El peligro de esta propensión nuestra radica en que nos escudemos en el grupo para actuar de formas que no estén avaladas por los principios bíblicos.
Cuando éramos niñas, nos servía de excusa la consabida frase “es que todos lo hacen”, pero ya como adultas, no. Hemos de depender de Dios para tener la valentía de pensar diferente y mostrarlo, por grande que sea la multitud en contra. El llamado de Jesús es individual; él quiere aislarte ante su presencia, para que no veas a nadie más que a aquel que te ha llamado.
No tiene nada de malo que busques la unidad con otras personas, especialmente la unidad con tus hermanos en la fe, pero la verdadera unidad ha de ser primero en Cristo. Sobre esa única base, hemos de construir toda unidad; si no lo hacemos así, ninguna “unidad” será real. Así nos lo enseñó Jesús:
“Te pido que todos ellos estén unidos; que como tú, Padre, estás en mi y yo en ti, también ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. Les he dado la misma gloria que tú me diste, para que sean una sola cosa, así como tú y yo somos una sola cosa: yo en ellos y tú en mi, para que lleguen a ser perfectamente uno, y que así el mundo pueda darse cuenta de que tú me enviaste, y que los amas como me amas a mí” (Juan 17:21-23). “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el que la cultiva. […] Sigan unidos a mí, como yo sigo unido a ustedes; […] pues sin mí no pueden ustedes hacer nada” (Juan 15:1-5). .
La Biblia nos alerta de que tengamos cuidado con escudarnos en la masa. “No sigas a la mayoría en su maldad”, leemos en Éxodo 23:2, porque llegado el momento, cada una daremos cuenta de nosotras mismas. A Jesús hemos de seguirlo individualmente.
“No sigas a la mayoría en su maldad” (Éxo. 23:2).
Tomado de Lecturas Devocionales para Damas 2016
ANTE TODO, CRISTIANA
Por: Mónica Díaz
#AnteTodoCristiana #MeditacionesMatutinas #DevociónMatutinaParaMujeres #vigorespiritual #plenitudespiritual #FliaHernándezQuitian
No hay comentarios:
Publicar un comentario