“Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí”. Juan 15:4
Un verano SEGUÍ sus pisadas desde el mismo aposento alto de Jerusalén, subiendo por la callejuela, saliendo por el portalón y bajando por el camino adoquinado bastante cuesto y lleno de salientes que desciende desde el muro hasta un desfiladero en el valle que hay debajo denominado Cedrón. Los arqueólogos nos dicen que en la Jerusalén moderna quedan muy pocos caminos romanos de la época de Cristo. Pero este sobrevivió, y los eruditos creen que es el mismo camino que siguieron las sandalias de Jesús y los once discípulos bajo la luz plateada de la luna llena de Pascua del año 31 d.C. En algún punto de aquel camino sinuoso, el Maestro se detuvo junto a un emparrado bañado por la luna y pronunció las palabras del texto de hoy.
A través de una metáfora, Jesús vierte los secretos de la eternidad en una sola enseñanza. Toma una palabra que había usado a la luz de las lámparas del aposento alto y ahora, diez veces seguidas, convierte el sustantivo en un verbo. “En la casa de mi Padre muchas moradas hay” (Juan 14:2) se convierte en “Permanezcan en mí, y yo permaneceré en ustedes” (Juan 15:4, NVI). Lo que significa que la traducción también podría decir: “Moren en mí, y yo moraré en ustedes”. O “Residan en mí, como yo residiré en ustedes”. Por eso, en su paráfrasis en inglés The Message, Eugene Peterson vierte el versículo 4 con el equivalente de “Vivan en mí. Hagan su hogar en mí, como yo en ustedes”.
Con independencia de cómo desees expresarla, la dinámica enseñanza de Jesús es clara: Ofrece a cada amigo y a cada seguidor una unión tan estrecha e íntima que solo puede ser comparada con la unión entre un pámpano vivo y la vid que le da vida. ¡Qué podría ser más cercano! En palabras de Oswald Chambers: “Es un gozo para Jesús cuando un discípulo emplea tiempo para andar más íntimamente con él. Dar frutos siempre es mencionado como la manifestación de una unión íntima con Jesucristo” (My Utmostfor His Highest, 7 de enero). ¿Qué clase de fruto? “Que os améis unos a otros; como yo os he amado” (Juan 13:34).
No hace falta ser botánico ni horticultor para saber que el único objeto de la conexión de un pámpano con la vid es dar fruto. “Porque separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:5). No es de extrañar, entonces, que el amor de los elegidos no sea más que el fruto fragante, floreciente, de su unión con Cristo. No extraña que, como dijimos ayer, la luz brille por debajo de la puerta.
Tomado de Lecturas devocionales para Adultos 2016
EL SUEÑO DE DIOS PARA TI
Por: Dwight K. Nelson
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