La ausencia de imperfecciones en la belleza es ya una imperfección. Henry Havelock
Hadasá “era muy bella y de hermoso porte” (Est. 2:7), dice la Biblia… pero la belleza no dura. Cuando aparecen las arrugas y se pierde la figura, una puede verse tentada a pensar que ya no vale mucho. En este mundo condicionado por la perfección estética es fácil caer en el engaño de creer que no somos nada si no somos lindas. Pero Hadasá no solo era linda, sino también encantadora; una combinación explosiva desde el punto de vista masculino, por eso “se ganaba el favor de todos los que la veían” (2:15, RVC). Era una modelo, una actriz, una mujer glamorosa… que apenas tenía más para ofrecer que su belleza y sometimiento a la voluntad del hombre. Hadasá parecía perfecta, pero no era perfecta; la Biblia, al mostramos a personas imperfectas, de carne y hueso como ella, nos da esperanzas.
Dios había hecho a aquella muchacha hermosa, pero la hermosura había de usarse para honrar al Señor. Puesto que atraía a la gente, Hadasá debía haber aprovechado aquella ventaja para promover el reino de Dios, pero al principio no lo hizo, “no dijo nada sobre su raza ni su familia” (Est. 2:10).
“Comparada con otros israelitas jóvenes, como José en Egipto o Daniel en Babilonia, fue transigente. No desplegó la misma lealtad apasionada hacia Dios o hacia su pueblo que motivó las acciones o inundó las oraciones de aquellos jóvenes resueltos. En lugar de eso, se desprendió de su nombre judío, ocultó su verdadera identidad y se amoldó a la cultura circundante”.* Cuando Asuero, el hombre más poderoso del mundo por aquel entonces, la hizo reina, ella pareció entrar en un cuento de hadas, pero en realidad perdió su misión y su nombre. A partir de entonces se convirtió en Ester.
¿Eres tú también como Hadasá? ¿Has dejado a un lado tu identidad como cristiana y te has ocultado para evitar problemas, para encajar mejor, o simplemente por miedo a las consecuencias? ¿Has caído en la trampa de valorar la belleza por encima del carácter y de hacer de tu hermosura el punto fuerte de tu relación con los demás? Conviene que te respondas a ti misma estas preguntas, para que tengas un concepto claro de cuáles son tus prioridades.
“Sea que coman o beban o cualquier otra cosa que hagan, háganlo todo para la gloria de Dios” (1 Cor. 10:31, NTV).
* Carolyn Custis James, Mujeres marginadas de la Biblia (Miami: Editorial Vida, 2007), pp. 158,159.
Tomado de Lecturas Devocionales para Damas 2016
ANTE TODO, CRISTIANA
Por: Mónica Díaz
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