Porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón. 1 Samuel 16:7.
Saúl no estuvo dispuesto a permitir que el Espíritu Santo entrara en su vida. Finalmente, llegó a ser tan desobediente que Dios fue forzado a rechazarlo como rey de Israel.
Dios instruyó a Samuel para que fuera a la casa de Isaí, quien vivía en Belén, y para que le presentara a sus hijos, “porque de sus hijos me he provisto de rey” (l Samuel l6:l). El Señor le diría a Samuel exactamente cuál de ellos iba a ser ungido como próximo rey.
Eliab era el mayor y, cuando lo vio, Samuel sonrió para sí. “Sí, él debe ser el que Dios ha escogido”. Era alto, apuesto y, de todos los hijos de Isaí, el que más se parecía a Saúl. “Cuando Samuel miró su porte principesco, pensó ciertamente que era el hombre a quien Dios había escogido como sucesor de Saúl” (Patriarcas y profetas, p. 692). Ansiosamente esperaba que Dios dijera la palabra, así podría ungirlo.
Si hubiéramos estado allí, probablemente habríamos votado por Eliab. Cuán a menudo confiamos en la gente por su apariencia y desconfiamos de otras porque, simplemente, no “lucen bien” en lo que a nosotros respecta. Sin embargo, la verdadera belleza proviene del corazón y no del rostro o la figura. No importa cuán alto, cuán fuerte o cuán precioso sea uno. Lo importante es el carácter. Dios ve el corazón, y nunca se lo puede engañar. El ve cómo es realmente una persona. Si Eliab hubiera sido ungido como rey, Israel habría tenido problemas. Habría sido un gobernador orgulloso, autoritario, y Dios sabía esto.
Uno tras otro, siete de los hijos de Isaí pasaron delante del profeta, y todavía no había una palabra de Dios.
“¿Son todos estos tus hijos?”, preguntó Samuel, ansiosamente.
“No”, respondió Isaí. “El menor está cuidando a las ovejas”.
David se sobresaltó y se sorprendió de que el profeta lo llamara, pero respondió inmediatamente. Y, mientras se dirigía hacia Samuel, Dios dijo: “Levántate y úngelo, porque éste es” (vers. 12).
David se veía de buena salud y buen aspecto, pero Dios iba más allá de la belleza física. El Señor vio en David a alguien que, más tarde, sería un gran rey. Era humilde, dócil, y siempre hizo lo mejor que supo.
¡GENIAL! Dios tiene un plan para ti
Por: Jan S. Doward
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