“Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas que desfiguran sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan; de cierto os digo que ya tienen su recompensa” (Mat. 6:16).
Cuando mi hijo Luca tenía tres años, nos enojamos por algo sin importancia. Pero a pesar de que había sido un incidente totalmente irrelevante, yo seguí enojada y de mal humor todo el día, aunque trataba de impedir que Luca se diera cuenta de cómo me sentía. Más tarde, cuando llamé a mis hijos para el almuerzo, Luca vino a la cocina, me miró de manera analítica y me preguntó: “Mamá, ¿cuándo volverás a brillar?” Me tuve que reír. Él pudo ver en mi cara mis verdaderos sentimientos. Evidentemente, me veía muy “oscura” aquel día.
Esta pequeña experiencia me enseñó lo importante que es ser conscientes de que lo que sentimos es lo que otras personas ven en nosotros; ¡sobre todo, si no somos muy buenos actores! Espiritualmente hablando, los sentimientos y las actitudes que yo esconda bajo mi fachada también pueden afectar a las personas que conozco.
¿Soy una cristiana fiel, convencida, segura en Cristo, o estoy “jugando a la iglesita”? ¿Leo la Biblia, en la privacidad de mi hogar, para mi crecimiento espiritual, o solo lo hago para impresionar a los demás con mis conocimientos? ¿Es real mi preocupación por los demás, y refleja una vida de profunda oración? Cuando las personas perspicaces miran más allá de mi “apariencia exterior”, ¿qué ven? ¿Alguien que está brillando para Jesús y alabándolo a través de su vida? ¿O alguien que está tratando de enmascarar la oscuridad que hay en su interior?
Dios nos ha dado una promesa para ayudarnos a mantenernos centradas en él, y para que nuestra luz siga brillando para él: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Isa. 41:10).
Mi deseo es ser capaz de concentrarme en el hecho de que Dios está conmigo, no importa el estado de ánimo en que me encuentre. La sabia observación del pequeño Luca me infundió el deseo de no solo “verme alegre”, sino también de dejar que la Luz verdadera brille desde mi interior. Después de todo, Jesús dijo: “Vosotros sois la luz del mundo […]. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mat. 5:14,16). Vamos a proponernos “vernos brillantes”, para la gloria de Dios. Caroline Naumann
Tomado de lecturas devocionales para Damas 2017
VIVIR EN SU AMOR
Por: Carolyn Rathbun Sutton – Ardis Dick Stenbakken
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