“Entonces los israelitas contestaron a una voz: ‘Haremos todo lo que el Señor ha ordenado’. Moisés llevó entonces al Señor la respuesta del pueblo” (Éxodo 19:8).
A todas las muchachas de la clase les gustaba el mismo chico, y yo estaba cansado de que me ignoraran. Él era el nuevo de la escuela y, si a eso le sumamos que era fuerte, de ojos azules, y voz profunda y varonil (que hacía que nuestras rechinantes voces de sexto grado sonaran como ardillas) tal vez entiendas por qué yo estaba celoso. Su nombre era Chris y, por la razón que fuera, se había convertido en mi mejor amigo al comienzo del año. Siempre estábamos juntos. Eso fue antes de que todas las niñas comenzaran a babear cuando pasábamos por delante (claro, no era a mí al que estaban mirando). Le pasaban notitas durante el almuerzo, y murmuraban y se reían cuando íbamos por el pasillo; y comenzó a ser bastante incómodo estar con él. Entonces un día, la niña que me gustaba desde hacía tiempo me entregó una nota. Estaba tan emocionado que apenas pude abrirla. De repente, ella me la arrebató y me miró a los ojos, molesta: “¡No, tonto, es para Chris, ve a dársela a él!” Cualquier amistad que hubiera existido entre Chris y yo se esfumó cuando doblé de nuevo aquel pedazo de papel.
Sorprendentemente, la Biblia registra una ocasión en que Dios estuvo dispuesto a formar un vínculo de amistad con un grupo de personas. En Éxodo, justo antes de que él le diera a Moisés los Diez Mandamientos, Dios dijo al pueblo que podían ser sus mejores amigos sobre la tierra si se comprometían a vivir en armonía con sus leyes. Ellos dijeron que lo harían, pero la amistad no duró mucho. A los pocos días, el pueblo le dio la espalda y comenzó a adorar la estatua de una vaca, como habían hecho en Egipto. Con todo derecho, Dios podría haberlos rechazado diciendo: “¡Ustedes rompieron su promesa, así que yo tampoco tengo que mantener la mía!” Sin embargo, a diferencia de nosotros, Dios no nos deja ir fácilmente. El resto del Antiguo Testamento habla de cómo Dios trató, de muchas maneras, de mantener su promesa, de cumplir su pacto. Y afortunadamente, sigue haciéndolo hoy. Él cumple sus promesas aunque nosotros no cumplamos las nuestras. GH
Tomado de lecturas devocionales para Adolescentes 2017
FUSIÓN
Por: Melissa y Greg Howell
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