“Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí, y al que a mí viene, no lo echo fuera” (Juan 6:37).
Un día, escuché a tres jóvenes hablando.
-Tengo problemas con mis padres -dijo uno de ellos.
-¿Y qué tiene que ver eso con nosotros? -le preguntó otro. -Exactamente -añadió el tercero- Tus padres son tu problema, no el nuestro. El primer joven, abatido, puso fin a la conversación.
¿Alguna vez has buscado un oído comprensivo, y no lo has encontrado? Después de presenciar esa escena, me pregunté: ¿Qué habría pasado, si Jesús hubiera respondido a la gente como lo hicieron estos dos “amigos”, cerrando la puerta a alguien que necesitaba compasión?
¿Cómo reaccionaríamos nosotras, si quisiéramos contar a Dios nuestros problemas y él nos ignorara y se alejara, dejándonos solas con el dolor y la incertidumbre? Gracias a su gran misericordia, él no hace eso. De hecho, él nos dice que si nosotros sabemos cómo dar lo mejor a nuestros hijos, cuánto más él (Mat. 7:11); y eso también incluye escuchar nuestros problemas. También dijo que incluso aunque una madre pudiera olvidarse de sus hijos, él nunca nos va a olvidar (Isa. 49:15).
Durante su paso por este mundo, Jesús escuchó los problemas de todo tipo de las personas: la historia de dolor de una mujer con flujo de sangre, la confesión del publicano Zaqueo, las peticiones de los padres de niños endemoniados… Incluso, escuchó a niños pequeños, así como a pescadores que se quejaban por una mala noche de pesca. También escuchó al ladrón en la cruz.
La misión de Cristo aquí, en la tierra, fue volver a conectar a la raza humana caída con su Creador; fue restablecer los lazos de amor que se habían roto. Por eso siempre escuchó con atención cada petición y cada llanto. Él suplía las necesidades de toda persona que se le acercaba y los dirigía a su Padre celestial.
Todavía hoy, los oídos de nuestro Dios siguen atentos a nuestro clamor. El Señor está totalmente disponible para escucharnos las 24 horas del día. Vamos a alabarlo por el hecho de que, a diferencia de algunos números telefónicos que marcamos, su número nunca está ocupado ni fuera de cobertura. Después de escuchar nuestras oraciones, él nos imparte dirección, consuelo y ánimo. Tal vez, nosotras podamos tener los oídos tan atentos para otros como los tiene Jesús para nosotras. Carmen Virginia dos Santos Paulo
Tomado de lecturas devocionales para Damas 2017
VIVIR EN SU AMOR
Por: Carolyn Rathbun Sutton – Ardis Dick Stenbakken
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