“Uno de ellos, al verse limpio, regresó alabando a Dios a grandes voces, y se arrodilló delante de Jesús, inclinándose hasta el suelo para darle las gracias” (Luc. 17:15,16).
Cuando alguien hace algo para ayudarte, para hacerte feliz, ¿le das las gracias? Estoy segura de que así es, porque ser agradecido es muy importante. El mismo Jesús habló de la importancia de ser agradecidos. En una ocasión sanó a diez leprosos, pero solo uno volvió para darle las gracias. Hoy quiero contarte una historia parecida a lo que le pasó a Jesús.
Sucedió en la ciudad de Londres, en Inglaterra. Allí, vivía un barrendero llamado Mollygruber. Este hombre era mayor, y todo el mundo lo quería porque era un buen cristiano. Una mañana, mientras recogía la basura del parque, Mollygruber vio a un niño luchando desesperadamente por no ahogarse en las aguas del lago. Enseguida corrió, tan rápido como se lo permitían sus cansadas piernas, para rescatarlo. Como suele pasar en estos casos, mucha gente curiosa se aglomeró alrededor de la escena para ver qué estaba sucediendo, pero nadie hizo nada para ayudar a salvar al niño. Solo el viejo Mollygruber.
A pesar de que a Mollygruber le dolía todo el cuerpo por causa de su edad, se lanzó al agua helada y, como pudo, llegó hasta donde estaba el niño. Con dificultad, lo rescató del agua y lo llevó de regreso sano y a salvo a tierra firme. Todos los espectadores aplaudieron la heroica acción del humilde barrendero. Mollygruber, que estaba tan débil de salud, cayó al piso exhausto y a punto de desmayarse.
Pronto llegó una ambulancia, que tuvo que trasladar tanto al niño como al anciano al hospital más cercano. En aquella ambulancia viajaba un niño que, sin duda, era la persona más feliz del mundo porque tenía una nueva oportunidad de vivir. Sin embargo, el anciano que le había salvado la vida iba agotado y sin fuerzas; aunque contento por dentro por haber sido compasivo con un desconocido.
¿Crees tú que toda la familia del niño debería dar las gracias a Mollygruber? Yo creo que es lo que cualquiera hubiera hecho. Pero hubo alguien cercano al niño que no manifestó ninguna gratitud. Mañana sabrás quién fue esa persona. Pero, por hoy, recuerda esto: cada vez que alguien haga algo por ti: dale las gracias.
Tomado de lecturas devocionales para Menores 2017
¡SALTA!
Por: Patricia Navarro
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