lunes, 6 de febrero de 2017

UNA DECISIÓN CRUCIAL

“Y la mujer huyó al desierto, donde tiene lugar preparado por Dios, para que allí la sustenten por mil doscientos sesenta días” (Apocalipsis 12:6).

Se lo conoce como el Buen Rey, o Enrique el Grande. Enrique de Borbón fue rey de Navarra con el nombre de Enrique III, entre 1572 y 1610, y rey de Francia bajo el nombre de Enrique IV, entre 1589 y 1610. Es considerado por muchos historiadores como el mejor monarca que haya gobernado Francia, dada su intención de mejorar las condiciones de vida del pueblo.
Sin embargo, no es por eso que lo mencionamos aquí; aun cuando esto habla mucho acerca de su persona y su carácter. Si bien Enrique fue bautizado como católico, fue criado en la fe protestante por su madre Juana de Albret, reina de Navarra. A Enrique de Borbón le tocó gobernar en tiempos religiosos tempestuosos para la Francia de entonces. Ya habían comenzado las llamadas “Guerras de religión” (1562-1598), que sumieron a Francia en una lucha interna por el poder entre la Casa de Guisa (católicos) y la Casa de Borbón (mayormente protestantes de origen calvinista, que adoptaron la fe de los hugonotes).
Después de la Matanza de San Bartolomé (en la que masacraron a la mayoría de los nobles hugonotes), Enrique fue forzado a elegir entre convertirse al catolicismo (lo hizo el 5 de febrero de 1576) o sufrir el mismo destino que aquellos. A fines de ese año, Enrique pudo escapar de la corte, abjuró de su adhesión al catolicismo, declaró públicamente su profesión de fe protestante y, el 6 de febrero de 1577, se convirtió en el líder de las fuerzas hugonotes durante la Cuarta Guerra de Religión.
Aunque los protestantes fueron expulsados de Francia, la adhesión de Enrique a la fe hugonote salvó la vida de muchos, incluidos los valdenses, que deseaban profesar su fe de acuerdo con los dictados de su conciencia.
De alguna manera, la Francia de entonces se asemeja a lo que sucederá en los últimos días de la historia. Habrá un poder político-religioso que perseguirá al fiel remanente de Dios, el que querrá guardar los Mandamientos bíblicos de acuerdo con lo que su conciencia le dicte (ver Apoc. 13). El poder del Estado se pondrá al servicio de la Iglesia para perseguir y matar a los “herejes”, tal como sucedió durante la época de la Inquisición de la era posterior a la Reforma protestante.
Aun cuando Enrique de Borbón pareció sucumbir a la presión de la mayoría, finalmente decidió ponerse de parte de la verdad y de sus convicciones religiosas, y salió en defensa de los protestantes, que estaban siendo perseguidos y muertos por doquier. Si bien este escenario nos parece imposible en nuestro mundo religiosamente tolerante de Occidente, llegará el día en que tú también tendrás que tomar una decisión. ¿Estás preparado? MB

Tomado de lecturas devocionales para Jóvenes 2017
UN DÍA HISTÓRICO
Por: Pablo Ale – Marcos Blanco
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