-¡Pero qué
tenemos aquí! -dijo el carcelero.
-Somos
predicadores cristianos -respondió Silas.
-¡Claro que sé
quiénes sois! ¡Par de alarmistas, desleales y embaucadores! ¡Aquí recibiréis
vuestro merecido!
-Pero no hemos
hecho nada malo -aseguró Pablo.
-¡No sabes con
quién te has metido, gusano! -dijo el carcelero mientras colocaba su dedo sobre
la nariz del apóstol- ¡Andando! ¡Iréis al calabozo más hediondo!
Y siguió
insultando a los apóstoles, cuyos cuerpos aún sangraban a causa de los azotes
que habían recibido. Solo alcanzaron a escuchar el portazo y los gritos del
prepotente guardián que se fueron apagando. No obstante, los predicadores
cantaban con gran esperanza a media noche. De pronto, hubo un terremoto que
provocó que se abrieran las puertas de los calabozos y se soltaran las cadenas
de los presos. El vigilante se dio cuenta de que estaba a su merced y trató de
acabar con su propia vida. Entonces, Pablo y Silas le pidieron que no lo
hiciera, ya que todos estaban en su sitio. En ese momento, el carcelero
reconoció que aquellos presos tenían algo que estaba muy por encima de su
arrogancia y preguntó: “Señores, ¿qué tengo que hacer para ser salvo?” La
respuesta no podía ser otra: “Cree en el Señor Jesús; así tú y tu familia
seréis salvos” (Hechos 16:30, 31, CST).
La prepotencia
está vinculada al miedo a que los demás descubran nuestros propios temores y
limitaciones. La gente prepotente procura exhibir un poderío exagerado para
ocultar sus miedos proyectándolos en otros, a quienes pretende dominar. Además,
son incapaces de hacer una autocrítica debido a su marcada inmadurez. Más bien,
manifiestan una necesidad enfermiza de estar por encima de los demás. Dicha
condición los conduce a asumir actitudes racistas, misóginas y dictatoriales. Lo
interesante es que, en muchas ocasiones, algunas de estas personas consideran
que la prepotencia es un signo de seguridad y confianza en sí mismas.
No reconocer
nuestros fallos es ir en contra de nosotros mismos. Por eso, el día que ocurre
un “terremoto” se exhibe lo que en realidad somos y afloran los miedos ocultos
bajo el manto de la prepotencia. Pablo y Silas revelaron al carcelero el
secreto de la seguridad y la madurez personal: “Cree en el Señor Jesús; así tú
y tu familia seréis salvos”.
Hoy pide al Señor
que te ayude a ser una persona segura de ti misma y fiel a su Palabra.
DEVOCIÓN MATUTINA
PARA JÓVENES 2020
UNA NUEVA VERSIÓN
DE TI
Alejandro Medina Villarreal
Lecturas devocionales para Jóvenes 2020
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