Seguramente has oído hablar del ataque a Pearl Harbor que dio inicio a la Segunda Guerra Mundial. Pero apuesto a que nunca has oído hablar del ataque a la ciudad de Brookings, en Oregón, en los Estados Unidos.
Temprano en la mañana del 9 de septiembre de 1942, Nobuo Fujita, un oficial técnico japonés de treinta años, despegó de un submarino portaaviones cerca de la costa de Oregón. (También apuesto a que no sabías que existían los submarinos portaaviones). Su plan era dejar caer bombas incendiarias en el bosque que rodeaba Brookings. Esperaba que un gran incendio forestal destruyera la ciudad, dando muerte a sus habitantes.
Algunos lugareños oyeron el avión sobrevolando la zona, pero no le dieron importancia. Un observador del Servicio Forestal de los Estados Unidos, llamado Howard Gardner, fue el primero en ver una columna de humo sobre los árboles. Él y otros tres guardas forestales apagaron el fuego fácilmente, y luego descubrieron fragmentos de la bomba, con marcas japonesas.
Veinte años después, tres hombres que planificaban el festival Azalea de la ciudad pensaron en invitar al piloto japonés a la celebración. Nobuo estaba intrigado, pero un poco preocupado. «Estaba bastante seguro de que cuando llegara a Brookings me darían una paliza, me lanzarían huevos y me insultarían», admitió más tarde.
Sin embargo, cuando llegó con su familia, lo trataron como a una celebridad. Su comitiva se detuvo tres veces para que las multitudes le dieran la bienvenida. En Brookings, se le hizo acto de entrega de las llaves de la ciudad. Entonces, Nobuo le presentó a la ciudad su propia espada samurái, que había pertenecido a su familia por cuatrocientos años.
Algunos veteranos de la Segunda Guerra Mundial se habían opuesto a invitar a este soldado del Japón Imperial. Pero el acto de Nobuo de entregar su valiosa reliquia familiar como señal de amistad y perdón mutuo los hizo cambiar de actitud.
Nobuo murió como ciudadano honorario de la ciudad que una vez había tratado de destruir. El impacto del perdón llegó a ser más poderoso que el de sus bombas. Kim
“Y cuando estén orando, si tienen algo contra alguien, perdónenlo, para que también su Padre que está en el cielo les perdone a ustedes sus pecados» (Mar. 11:25).
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