El que beba del agua que yo le daré, nunca volverá a tener sed. Porque el agua que yo le daré se convertirá en él en manantial de agua que brotará dándole vida eterna» (Juan 4: 14).
Cada amanecer, las hijas de Dios deberíamos tomar dos resoluciones: tener hábitos que promuevan nuestra salud física y dedicar tiempo a aquello en lo que se basa nuestra salud espiritual. Hoy vamos a hablar de algo que tiene que ver con ambos ámbitos de nuestra vida: el agua.
Según investigaciones recientes llevadas a cabo en Inglaterra, ingerir cada día la cantidad correcta de agua reduce un 79% nuestras probabilidades de padecer cáncer de seno. Otro estudio de la Universidad de Loma Linda, en los Estados Unidos, indica que las personas que beben cinco vasos de agua diarios presentan menor índice de problemas cardiovasculares. Por su parte, investigadores de la Universidad de Búfalo, en los Estados Unidos, comprobaron que ingerir ocho vasos de agua al día disminuye las infecciones virales como la gripe, que se contraen a través de las mucosas nasales, la garganta, los bronquios o los pulmones. La Universidad de Harvard también ha publicado que beber bastante agua cada día reduce un 45% el riesgo de cáncer de vejiga, porque una hidratación deficiente de este órgano concentra en él gran cantidad de sustancias cancerígenas.
Como ves, desarrollar el hábito de beber agua todos los días es vital para nuestra salud física. Y, con respecto a la salud espiritual, Jesús dijo que también es vital «tomar agua». Fue en una situación especial. El Maestro pasaba por Samaria cuando, cansado del camino, decidió sentarse junto a un pozo. Jesús, sin hacer caso a los prejuicios, fue a buscar a un alma sedienta a un lugar donde ningún judío hubiera ido, porque él va en busca de los marginados para desatarlos de sus ligaduras emocionales. Preocupada ella con el agua física, él le explicó que existe un agua que no puede dar un pozo, sino solo Jesús. Y esa es el agua que satisface nuestros anhelos espirituales más profundos. Esa agua es Cristo. La bebemos cuando nos relacionamos directamente con él en oración.
Jesús te dice: «Si alguien tiene sed, venga a mí, y el que cree en mí, que beba» (Juan 7:37). ¿Beber qué? Cada palabra del evangelio, cada mensaje de Jesús recogido para nosotras, cada promesa de vida eterna hecha por nuestro Dios, cada mandamiento… En estos tiempos de gran sed espiritual existe una sola fuente para el alma sedienta: Cristo. Invierte en tu salud eterna siguiendo cada día sus pisadas.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA DAMAS 2020
UN DÍA A LA VEZ
Patricia Muñoz Bertozzi
Lecturas Devocionales para Mujeres 2020.
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