En todo caso, lo mismo si comen, que si beben, que si hacen cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios» (1 Cor, 10: 31).
Un grupo de ocho colportores hacían sus maletas para visitar Costa Rica, donde recibirían una premiación por su gran éxito vendiendo libros cristianos. Era un viaje muy merecido. Una joven que formaba parte de tan selecto grupo, comió, la misma mañana en que emprenderían el viaje, una gran cantidad de comida. Durante el viaje, comenzó a sufrir terribles dolores de estómago y, cuando por fin llegó a Costa Rica, los dolores continuaron. Una experiencia tan prometedora se vio empañada por las consecuencias de un apetito incontrolado.
La alimentación es un asunto vital al que hay que dedicarle bastante reflexión. Cuando salimos de manos del Creador, el plan que nos dio para nuestra nutrición era perfecto. La idea original de Dios era que nos alimentáramos a base de productos sencillos. Dios dijo: «Les doy todas las plantas de la tierra que producen semilla, y todos los árboles que dan fruto. Todo eso les servirá de alimento» (Gén. 1:29). Pero de eso hace muchísimo tiempo. Hoy, pasadas ya muchas generaciones y reinando el pecado en el mundo, hacemos un mal uso de la comida. Lo que nos atrae no son, lamentablemente, los alimentos que Dios dispuso para nosotros; lo que nos atrae son los productos refinados, altamente estimulantes, y las carnes. Como resultado, muchas enfermedades prevenibles nos están afectando, y a edades cada vez más tempranas.
Hoy por hoy, asociamos alimentación con recompensa; comemos de una forma emocional. Así que si nuestras emociones no están bien equilibradas, nuestro paladar, tampoco. Esto tiene mucho que ver con el problema tan extendido de la adicción a la comida. Si sientes que tienes dependencia de la comida y, en particular, de ciertos tipos de alimentos refinados y calóricos, conviene que hagas un alto en el camino y reconsideres, no sea que la enfermedad te encuentre. Acude a Dios, pídele ayuda e infórmate de cómo alimentarte de manera sana, equilibrada, en las cantidades justas y expresando gratitud al Creador.
Necesitamos aprender a alimentarnos de la forma más natural posible (lo más parecido al régimen indicado en Génesis que acabamos de mencionar). Recuerda que tu cuerpo es templo del Espíritu Santo y que el Señor está interesado en que tengas salud. Mente sana en cuerpo sano.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA DAMAS 2020
UN DÍA A LA VEZ
Patricia Muñoz Bertozzi
Lecturas Devocionales para Mujeres 2020.
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