“No nos cansemos de hacer el bien, porque a su debido tiempo cosecharemos si no nos damos por vencidos” Gál. 6:9
Para muchos, William Wilberforce daba la impresión de ser un fanático, tomo miembro del Parlamento inglés, vez tras vez llevaba la misma causa a votación. Entre 1791 y 1805 presentó, en ocho oportunidades diferentes, leyes que sostenían su causa. Todas fracasaron. En una ocasión, estaba seguro de que iba a obtener la mayoría de los votos, pero perdió cuando varios de sus simpatizantes no votaron en el Parlamento por asistir a una ópera cómica.
¿Cuál era la causa perdida de William? Estaba trabajando para terminar con el tráfico de esclavos en el Imperio Británico. Era imposible, decía la gente. Necesitaban esclavos para que trabajaran en los campos de caña de azúcar, así que, obviamente, no se podía evitar comprar esclavos en África y venderlos en el Caribe.
Pero él estaba al tanto de los terribles que eran para los esclavos esos viajes a través del Atlántico, encadenados uno al lado del otro en la sofocante bodega del barco por meses.
“Ante esta gran causa”, escribió William, “todas las demás menguan a mis ojos. […] Ojalá yo sea el instrumento para detener tal curso de maldad y crueldad cual nunca antes ha deshonrado a un país cristiano”.
William trabajó con un círculo de amigos cristianos y escribió un libro en contra del tráfico de esclavos, distribuyó panfletos y mantuvo reuniones públicas.
Un día, en 1807, llevó a la Cámara de los Comunes la lectura final de un proyecto de ley para ponerle fin al tráfico de esclavos. Otros ministros del Parlamento hablaron en homenaje a los esfuerzos de William, mientras a él le corrían las lágrimas por el rostro. Finalmente, la ley en contra del tráfico de esclavos fue aprobada.
La compasión de William por las personas iba mucho más allá de su trabajo para acabar con la esclavitud. Estaba involucrado en 69 organizaciones benéficas diferentes, incluyendo algunas que ayudaban a madres solteras, a huérfanos y a deshollinadores (jovencitos que hacían el peligroso trabajo de trepar por el interior de las chimeneas para limpiarlas). Incluso se unió a una sociedad para prevenir la crueldad hacia los animales.
Hoy podemos ver cuánta razón tenía William y cuán equivocados estaban sus opositores. Él no era un fanático. Era un héroe.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADOLESCENTES
“UNA IDEA GENIAL”
Por: Kim Peckham
Lecturas Devocionales para Adolescentes en 2020.
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