«La casa y las riquezas son herencia de los padres, pero don de Jehová es la mujer prudente» (Proverbios 19: 14, RVR95).
Los ojos del muchacho brillaban con gran vitalidad. Sus manos no dejaban de sudar y sus dedos tamborileaban sobre el viejo banco del colegio. Su corazón galopante se escuchaba más nítido que sus exiguas palabras, que parecían agazapadas en el interior de su boca. Y es que frente a él estaba una espigada chica de brillante piel morena, que ocultaba bajo su ondulado cabello largo unos cautivantes ojos pardos y redondos abrigados por dos finas cejas, nariz recta y boca pequeña. Para este joven, aquella señorita parecía una princesa salida de un cuento, un sueño hecho realidad, una oración contestada. Así que después de varios meses de mucho pensarlo, el atrevido pretendiente había decidido declararle su amor al deseo de sus ojos.
Por supuesto, el joven buscó la forma de presentar su oferta amorosa de la mejor manera, tratando de venderse como un insuperable producto afectivo y lleno de ventajas para una chica como ella. Entonces, la muchacha levantó el rostro y lo miró fijamente, para después decirle con palabras más que claras:
—La respuesta es no.
El muchacho no podía creer lo que estaba escuchando. Tenía motivos para suponer que aquella era la chica de sus sueños, que nunca encontraría otra igual, que no podía dejar pasar esa oportunidad. Así que se lanzó de nuevo al ataque, pero solo para recibir una nueva negativa. Viendo casi perdida la batalla, el joven le aseguró que, aunque ella lo despreciara, no tendría ojos para ninguna otra mujer y la amaría fielmente en esta vida y la venidera. Entonces, como colofón, le dijo unas palabras insólitas:
—¡Te esperaré en el cielo!
Está de más decir que aquel muchacho rompió la solemne promesa a los pocos meses de su fallido intento. Conoció a otra chica bajo condiciones menos idealistas, lo que le permitió tomar una decisión más sensata de la mano de Dios. Al final, se casó con ella y fue muy feliz.
El texto de este día asegura que el Padre celestial tiene a alguien para ti. El compañero de vida es un regalo de Dios para cada uno de sus amados hijos. Pero muchas veces, los jóvenes tienen conceptos novelescos acerca del amor que nada tienen que ver con aquello que conlleva una genuina relación amorosa. Por eso, es mejor acudir al Señor a la hora de tomar una decisión de esta naturaleza.
Pon hoy tu vida sentimental en las manos de Dios. Él no te fallará.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA JÓVENES 2020
UNA NUEVA VERSIÓN DE TI
Alejandro Medina Villarreal
Lecturas devocionales para Jóvenes 2020.
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