Para algunos, hablar por teléfono es muy difícil. ¿Has notado que a los abuelos les es difícil mantener una conversación? Sus llamadas suelen sonar algo así como: “Hola. ¿Cómo estás? Te paso con la abuela”. Quizá la hacen corta porque nunca se olvidan de los viejos tiempos en que la gente pagaba por cada minuto de conversación telefónica. Tú comienzas a decir: “Hola, abuela. Solo te llamábamos para desearte un muy feliz cumplea…”
Y ella interrumpe: “Gracias por llamar, pero no quiero que gastes mucho”.
Los niños pequeños pueden ser peculiares al teléfono. De hecho, prácticamente todo lo que hacen es escuchar, porque no han aprendido a mantener su parte de la conversación. Generalmente, contestan con un simple “¿Hola?”
-Hola -dices en tu tono más amigable-. ¿Habla Emma?
-Sí -hay una larga pausa mientras Emma espera para ver qué más le dirás.
-¿Cómo estás hoy?
-Bien -otra pausa larga.
-¿Qué has estado haciendo?
-Jugando -una laaaarga pausa.
Escuchas de fondo el sonido del segundero del reloj. Las sombras se mueven en la habitación al avanzar el Sol en el cielo.
-¿Hay un adulto allí con quien pueda hablar?
-Sí.
-Te doy un dólar si lo buscas.
Muchas personas han descrito la oración como una línea telefónica al cielo. Veo las similitudes. La mayor parte del tiempo, cuando Dios responde una llamada, es alguien pidiendo algo. Y la mayoría de nosotros no permanece en la línea por mucho tiempo, como si temiéramos estar pagando por cada segundo.
Por supuesto, él se alegra con cada oración. Pero quizá le da un placer especial las que se parecen a las de un niñito al teléfono… aquellas veces en que dejamos de intentar mantener el flujo de la conversación y solo sostenemos el teléfono, escuchando… escuchando la voz del otro lado.
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