Tras el orgullo viene el fracaso; tras la altanería, la caída. Proverbios 16:18
A principio de los años veinte del siglo pasado, Ricardo Zamora, español, era considerado el mejor portero de fútbol del mundo. Cuando su equipo fue a los Juegos Olímpicos de París de 1924, seguro de sí mismo, se cuenta que prometió que ningún equipo le metería un gol. Durante el primer partido de la competición, el equipo de Zamora jugaba contra los italianos. Ambos equipos estaban muy igualados. Fiel a la palabra dada, Zamora paraba todos los balones que le lanzaban los italianos. Pero los italianos también bloqueaban los intentos del equipo de Zamora. Como el marcador estaba cero a cero, parecía que el partido tendría que ir a la prorroga. Pero sucedió algo impensable. El capitán del propio equipo de Zamora, Pedro Vallana, accidentalmente, pateó el balón en dirección al famoso guardameta. Los desconcertados aficionados vieron desde la grada cómo el balón sobrepasaba a Zamora y besaba la red. El portero estaba tan furioso que cayó al suelo y empezó a llorar de rabia e impotencia, por el que luego sería el famoso «antigol de Vallana». El partido fue para los italianos y el equipo de Zamora quedó eliminado de la competición. Para el célebre guardameta debió ser muy humillante ver que, a fin de cuentas, no era tan grande. Aquella fue la primera de las derrotas que Italia iba a infligir a España durante 84 años... hasta la Eurocopa de 2008, en la que los españoles derrotaron a los italianos en los penaltis, y luego acabaron siendo campeones. Se dice, con razón, que el orgullo es el pecado más mortal. El orgullo estuvo en el origen del pecado. Lucifer empezó a enorgullecerse y muy pronto se convenció de que, si pudiera gobernar el universo, lo haría mejor que Dios. Desde entonces, las fuerzas del bien y del mal están en guerra. El orgullo no trae más que problemas. En su lugar practica la humildad. Agradece los dones y las habilidades que has recibido. Pero úsalos para honra y gloria de Dios, no la tuya propia.
Tomado de la Matutina El viaje Increible
A principio de los años veinte del siglo pasado, Ricardo Zamora, español, era considerado el mejor portero de fútbol del mundo. Cuando su equipo fue a los Juegos Olímpicos de París de 1924, seguro de sí mismo, se cuenta que prometió que ningún equipo le metería un gol. Durante el primer partido de la competición, el equipo de Zamora jugaba contra los italianos. Ambos equipos estaban muy igualados. Fiel a la palabra dada, Zamora paraba todos los balones que le lanzaban los italianos. Pero los italianos también bloqueaban los intentos del equipo de Zamora. Como el marcador estaba cero a cero, parecía que el partido tendría que ir a la prorroga. Pero sucedió algo impensable. El capitán del propio equipo de Zamora, Pedro Vallana, accidentalmente, pateó el balón en dirección al famoso guardameta. Los desconcertados aficionados vieron desde la grada cómo el balón sobrepasaba a Zamora y besaba la red. El portero estaba tan furioso que cayó al suelo y empezó a llorar de rabia e impotencia, por el que luego sería el famoso «antigol de Vallana». El partido fue para los italianos y el equipo de Zamora quedó eliminado de la competición. Para el célebre guardameta debió ser muy humillante ver que, a fin de cuentas, no era tan grande. Aquella fue la primera de las derrotas que Italia iba a infligir a España durante 84 años... hasta la Eurocopa de 2008, en la que los españoles derrotaron a los italianos en los penaltis, y luego acabaron siendo campeones. Se dice, con razón, que el orgullo es el pecado más mortal. El orgullo estuvo en el origen del pecado. Lucifer empezó a enorgullecerse y muy pronto se convenció de que, si pudiera gobernar el universo, lo haría mejor que Dios. Desde entonces, las fuerzas del bien y del mal están en guerra. El orgullo no trae más que problemas. En su lugar practica la humildad. Agradece los dones y las habilidades que has recibido. Pero úsalos para honra y gloria de Dios, no la tuya propia.
Tomado de la Matutina El viaje Increible
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