Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada; mas la lengua de los sabios es medicina. Proverbios 12:18
La lengua es el órgano más poderoso con que cuenta el ser humano. Es lo que dice Santiago 3: 4,5: «Mirad también las naves, aunque tan grandes, y llevadas de impetuosos vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón por donde el que las gobierna quiere. Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuan grande bosque enciende un pequeño fuego!» Así es. Dependiendo del uso que de ella se haga, la lengua puede ser bendición. O maldición, muerte o vida, veneno o medicina. Con las palabras se pueden crear amigos o enemigos, herir o sanar. Hay palabras que curan, incluso físicamente; otras que ejercen una influencia positiva y llevan a la reconciliación a los que se han distanciado. Hay quienes tienen tal poder en el habla que pueden destruir a su oponente, hasta físicamente. Hay otros que usan sus palabras para criticar, sin importar contra quién esté dirigida su crítica, ni el daño que ocasionen. La lengua de la persona sabia y cristiana es diferente. Habla palabras que dan, literal mente, vida. Una palabra bondadosa es medicina. Sana el espíritu, la mente y el cuerpo El sabio habla de tal manera que fortalece y enriquece la salud de los demás. Escuchar es como ascender a una montaña y respirar el aire fresco, es como estar a la orilla del mar y escuchar desde sus profundidades un mensaje lleno de energía que fortalece y anima. ¿Cómo son tus palabras? ¿Alientan al que las escucha? ¿Animan y hacen sentir bien a quienes las oyen? Hoy habrá muchas personas que escucharán lo que digas. Entre ellas estarán tu esposa, tus hijos, tus hermanos en la fe y tus compañeros de oficina. Diles algo así: «¿Puedo orar ahora mismo por ti?» «¿Cómo estás realmente?» «Lo que has dicho me ayudó». «Yo estaba equivocado». «¿Te he ofendido? Perdóname». «Estoy orgulloso de ti». No somos tan cuidadosos con nuestras palabras como deberíamos. El texto bíblico para la meditación de hoy es un llamamiento a la excelencia en la forma de hablar. Es muy placentero escuchar y relacionarse con personas que son amables y que han cultivado un espíritu cristiano al hablar. Cuando Jesús habita en el corazón, nuestras palabras lo dirán. El humilde Jesús nos refina y nos permite ser condescendientes, soportar los errores del otro, y pasar por alto sus debilidades. Pídele a Dios hoy que te dé una lengua de sabio para tener siempre la palabra oportuna en todo momento y ocasión.
Tomado de la Matutina Siempre Gozosos.
La lengua es el órgano más poderoso con que cuenta el ser humano. Es lo que dice Santiago 3: 4,5: «Mirad también las naves, aunque tan grandes, y llevadas de impetuosos vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón por donde el que las gobierna quiere. Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuan grande bosque enciende un pequeño fuego!» Así es. Dependiendo del uso que de ella se haga, la lengua puede ser bendición. O maldición, muerte o vida, veneno o medicina. Con las palabras se pueden crear amigos o enemigos, herir o sanar. Hay palabras que curan, incluso físicamente; otras que ejercen una influencia positiva y llevan a la reconciliación a los que se han distanciado. Hay quienes tienen tal poder en el habla que pueden destruir a su oponente, hasta físicamente. Hay otros que usan sus palabras para criticar, sin importar contra quién esté dirigida su crítica, ni el daño que ocasionen. La lengua de la persona sabia y cristiana es diferente. Habla palabras que dan, literal mente, vida. Una palabra bondadosa es medicina. Sana el espíritu, la mente y el cuerpo El sabio habla de tal manera que fortalece y enriquece la salud de los demás. Escuchar es como ascender a una montaña y respirar el aire fresco, es como estar a la orilla del mar y escuchar desde sus profundidades un mensaje lleno de energía que fortalece y anima. ¿Cómo son tus palabras? ¿Alientan al que las escucha? ¿Animan y hacen sentir bien a quienes las oyen? Hoy habrá muchas personas que escucharán lo que digas. Entre ellas estarán tu esposa, tus hijos, tus hermanos en la fe y tus compañeros de oficina. Diles algo así: «¿Puedo orar ahora mismo por ti?» «¿Cómo estás realmente?» «Lo que has dicho me ayudó». «Yo estaba equivocado». «¿Te he ofendido? Perdóname». «Estoy orgulloso de ti». No somos tan cuidadosos con nuestras palabras como deberíamos. El texto bíblico para la meditación de hoy es un llamamiento a la excelencia en la forma de hablar. Es muy placentero escuchar y relacionarse con personas que son amables y que han cultivado un espíritu cristiano al hablar. Cuando Jesús habita en el corazón, nuestras palabras lo dirán. El humilde Jesús nos refina y nos permite ser condescendientes, soportar los errores del otro, y pasar por alto sus debilidades. Pídele a Dios hoy que te dé una lengua de sabio para tener siempre la palabra oportuna en todo momento y ocasión.
Tomado de la Matutina Siempre Gozosos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario