Pero yo os alentaría con mis palabras, y la consolación de mis labios apaciguaría vuestro dolor. Job 16:5.
Las Escrituras presentan todo tipo de ejemplos: algunos positivos para que los imites y otros negativos, para que no cometas los errores de sus protagonistas. Dentro de este último grupo, están los "tres amigos de Job": Elifaz, Bildad y Zofar.
Llegaron para visitarlo en el peor momento de su vida, cuando había perdido a sus diez hijos, toda su riqueza, la integridad de su esposa y su salud; y el propósito de su visita era "condolerse de él y para consolarle" (Job 2:11). El dolor de Job era tremendo, después de haber sido considerado como un príncipe dentro de su pueblo, con una fortuna considerable y una familia numerosa, estaba derribado, en la pobreza total, rascándose sus llagas con un ladrillo y preguntándose mil veces qué había hecho para merecer todo ese sufrimiento.
De los 42 capítulos que tiene el libro de Job, 30 son utilizados para describir el diálogo que mantuvo con sus tres amigos, y en todos ellos se describe cómo se olvidaron de su propósito inicial al visitarlo, porque en vez de consolarlo intentaron que Job se declarara "pecador". Por supuesto, ellos ignoraban que la justicia divina consideraba a Job "perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal" y que no había "otro como él en la tierra" (Job 1:1, 8).
Elifaz, Bildad y Zofar no podían reconocer que en este mundo el sol sale "sobre malos y buenos" y la lluvia cae "sobre justos e injustos" (Mat. 5:45). Ellos suponían que la única explicación para la terrible desgracia de Job era su comisión de pecados que solo Dios conocía. Con palabras hirientes y mordaces angustiaron más la vida de Job, produciéndole dolor en vez de consuelo. En un momento de su conversación, Job llegó a suplicar: "¿Hasta cuándo angustiaréis mi alma, y me moleréis con palabras?" y más adelante exclamó: "¡Oh, vosotros mis amigos, tened compasión de mí, tened compasión de mí! Porque la mano de Dios me ha tocado" (Job 19:2, 21).
En todos estos diálogos, el Juez de toda la tierra estuvo presente, y reprendió a los tres amigos por cómo le hablaron al amigo derribado. Finalmente tuvieron que volver para pedirle perdón a Job y rogarle que orara por ellos a Dios para que no los tratara "afrentosamente" (Job 42:8).
Los buenos amigos jamás deben aprovechar que uno esté caído para añadir tristeza y abatimiento, porque lo que necesita el caído es consuelo, alegría, compañía y comprensión. La desgracia ya lo hizo caer, el buen amigo está para ayudarlo a levantarse. Nunca te prestes para hacer "leña del árbol caído", sino que con tus manos ayúdalo a ponerse de pie.
Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuela
Las Escrituras presentan todo tipo de ejemplos: algunos positivos para que los imites y otros negativos, para que no cometas los errores de sus protagonistas. Dentro de este último grupo, están los "tres amigos de Job": Elifaz, Bildad y Zofar.
Llegaron para visitarlo en el peor momento de su vida, cuando había perdido a sus diez hijos, toda su riqueza, la integridad de su esposa y su salud; y el propósito de su visita era "condolerse de él y para consolarle" (Job 2:11). El dolor de Job era tremendo, después de haber sido considerado como un príncipe dentro de su pueblo, con una fortuna considerable y una familia numerosa, estaba derribado, en la pobreza total, rascándose sus llagas con un ladrillo y preguntándose mil veces qué había hecho para merecer todo ese sufrimiento.
De los 42 capítulos que tiene el libro de Job, 30 son utilizados para describir el diálogo que mantuvo con sus tres amigos, y en todos ellos se describe cómo se olvidaron de su propósito inicial al visitarlo, porque en vez de consolarlo intentaron que Job se declarara "pecador". Por supuesto, ellos ignoraban que la justicia divina consideraba a Job "perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal" y que no había "otro como él en la tierra" (Job 1:1, 8).
Elifaz, Bildad y Zofar no podían reconocer que en este mundo el sol sale "sobre malos y buenos" y la lluvia cae "sobre justos e injustos" (Mat. 5:45). Ellos suponían que la única explicación para la terrible desgracia de Job era su comisión de pecados que solo Dios conocía. Con palabras hirientes y mordaces angustiaron más la vida de Job, produciéndole dolor en vez de consuelo. En un momento de su conversación, Job llegó a suplicar: "¿Hasta cuándo angustiaréis mi alma, y me moleréis con palabras?" y más adelante exclamó: "¡Oh, vosotros mis amigos, tened compasión de mí, tened compasión de mí! Porque la mano de Dios me ha tocado" (Job 19:2, 21).
En todos estos diálogos, el Juez de toda la tierra estuvo presente, y reprendió a los tres amigos por cómo le hablaron al amigo derribado. Finalmente tuvieron que volver para pedirle perdón a Job y rogarle que orara por ellos a Dios para que no los tratara "afrentosamente" (Job 42:8).
Los buenos amigos jamás deben aprovechar que uno esté caído para añadir tristeza y abatimiento, porque lo que necesita el caído es consuelo, alegría, compañía y comprensión. La desgracia ya lo hizo caer, el buen amigo está para ayudarlo a levantarse. Nunca te prestes para hacer "leña del árbol caído", sino que con tus manos ayúdalo a ponerse de pie.
Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
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Por David Brizuela
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