viernes, 25 de febrero de 2011

A PESAR DE. - PARTE 2

Me devuelven mal por bien y odio por amor (Salmos 109:5).

Muchas veces nos lamentamos por los golpes que recibimos. Lloramos y nos quejamos, cuestionamos a Dios y le preguntamos por qué. Aunque vivimos en un mundo donde predomina la injusticia, somos alérgicos a que se nos trate injustamente. Sin embargo, a veces somos injustos con los demás, incluso sin darnos cuenta. Por eso nos rebelamos, luchamos y pataleamos, quejándonos a Dios como si fuera el responsable.

Si pudiéramos ver cómo Dios toma nota de cada acto hiriente, tendríamos más cuidado al escoger el bando en el que posicionarnos. Si somos criticadas y juzgadas injustamente, no debemos sentirnos por ello las más dignas de lástima, ni tan siquiera víctimas, sino luchadoras que pelean la buena batalla y que vencen gracias a la sangre del Cordero. Dignas de lástima seríamos si nos convirtiésemos en juezas, calumniadoras, mentirosas o chismosas.
El autor de nuestro texto de hoy estaba experimentando la injusticia humana, recibiendo lo que no había dado. Debía comprender que cuando el amor es el que nos motiva a dar, no hemos de esperar recibir nada a cambio. Así que. cuando mires al cielo para quejarte por la ingratitud que recibes, considera primero todas estas cosas.

No seas nunca portadora del látigo, más bien alégrate porque eres de las que recibes doble porción: el látigo ajeno y el bálsamo divino. En el plan de salvación estaba previsto que alguien traicionaría al Mesías, pero qué lástima para Judas que fuera él. Del mismo modo, en la iglesia siempre habrá personas dispuestas a herir, pero qué triste ser una de ellas.
Cuando alguien te lastime con el dardo venenoso de la ingratitud, recuerda que Cristo fue herido por ti. Si sientes que es muy profunda la herida, acude a él y seguramente hallarás fuerzas para seguir y salir victoriosa. No te rindas. Comparte hoy tus experiencias de victoria así como yo he compartido las mías contigo, y verás que el peso que te agobia se aligerará, porque ya no lo cargarás sola, sino que Cristo lo llevará por ti. Sigue amando «a pesar de».

El amor sigue besando, aun cuándo está herido.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

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