Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. Juan 15:5.
En esta vida, todo pasa. Pasa el tiempo, el verano, la época de las lluvias, las palabras... en fin. Un día, te miras en el reflejo del agua, y descubres que la juventud también pasa.
El otro día, alguien me dijo: "Siempre me decían joven. Joven para aquí; joven para allá... Hasta que un día me sorprendí cuando una buena señora, en el mercado, me llamó señor. Entonces corrí a casa, me miré en el espejo, y descubrí, espantado, que la señora tenía razón. ¡Yo había dejado de ser un joven! Me había vuelto un señor".
Desdichadamente, cuando se es joven, da la impresión de que la juventud es eterna; que las oportunidades estarán siempre allí, al alcance de las manos. Tal vez por eso, un poeta renegado escribió: "La juventud es un don precioso que se desperdicia en la mano de los jóvenes".
¿Qué hacer para que, al llegar a los años maduros, puedas mirar para atrás y saber que valió la pena haber vivido? El versículo de hoy trae la respuesta. ¿Quieres frutos? ¿Plenitud de frutos? ¿Frutos abundantes? Entonces, recuerda que "Yo soy la vid", dice Jesús; tú solo eres la rama. Una rama separada de la vid está condenada al fuego; para nada sirve. Pero, una rama conectada a la vid recibirá vida, y el resultado será fruto abundante en todas las áreas.
La palabra que destaca en el versículo de hoy es el verbo "permanecer". Expresa continuidad, durabilidad, persistencia; lo contrario a fugacidad o intermitencia. El secreto de una vida plena es la permanencia. "Permaneced en mí" indicó Jesús. ¿Cómo se permanece en Jesús? Buscándolo todos los días, abriéndole el corazón cada mañana y diciéndole: "Señor, yo no sé vivir solo. Necesito de ti. Enséñame a caminar por los caminos de victoria". Esto significa renuncia del propio yo y dependencia de Jesús. Una dependencia que, lejos de llevarte a la esclavitud o al servilismo, te conduce a la realización y a la vida llena de significado.
Hoy puede ser la media vuelta de tu vida. Si hasta aquí sientes que tus esfuerzos son infructuosos; si trabajas con ahínco, pero nada da resultado, conéctate a Jesús. Aprende a depender de él, y prepárate para los frutos abundantes, porque él dijo: "Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer".
Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón
En esta vida, todo pasa. Pasa el tiempo, el verano, la época de las lluvias, las palabras... en fin. Un día, te miras en el reflejo del agua, y descubres que la juventud también pasa.
El otro día, alguien me dijo: "Siempre me decían joven. Joven para aquí; joven para allá... Hasta que un día me sorprendí cuando una buena señora, en el mercado, me llamó señor. Entonces corrí a casa, me miré en el espejo, y descubrí, espantado, que la señora tenía razón. ¡Yo había dejado de ser un joven! Me había vuelto un señor".
Desdichadamente, cuando se es joven, da la impresión de que la juventud es eterna; que las oportunidades estarán siempre allí, al alcance de las manos. Tal vez por eso, un poeta renegado escribió: "La juventud es un don precioso que se desperdicia en la mano de los jóvenes".
¿Qué hacer para que, al llegar a los años maduros, puedas mirar para atrás y saber que valió la pena haber vivido? El versículo de hoy trae la respuesta. ¿Quieres frutos? ¿Plenitud de frutos? ¿Frutos abundantes? Entonces, recuerda que "Yo soy la vid", dice Jesús; tú solo eres la rama. Una rama separada de la vid está condenada al fuego; para nada sirve. Pero, una rama conectada a la vid recibirá vida, y el resultado será fruto abundante en todas las áreas.
La palabra que destaca en el versículo de hoy es el verbo "permanecer". Expresa continuidad, durabilidad, persistencia; lo contrario a fugacidad o intermitencia. El secreto de una vida plena es la permanencia. "Permaneced en mí" indicó Jesús. ¿Cómo se permanece en Jesús? Buscándolo todos los días, abriéndole el corazón cada mañana y diciéndole: "Señor, yo no sé vivir solo. Necesito de ti. Enséñame a caminar por los caminos de victoria". Esto significa renuncia del propio yo y dependencia de Jesús. Una dependencia que, lejos de llevarte a la esclavitud o al servilismo, te conduce a la realización y a la vida llena de significado.
Hoy puede ser la media vuelta de tu vida. Si hasta aquí sientes que tus esfuerzos son infructuosos; si trabajas con ahínco, pero nada da resultado, conéctate a Jesús. Aprende a depender de él, y prepárate para los frutos abundantes, porque él dijo: "Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer".
Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón
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