domingo, 26 de junio de 2011

LA ORACIÓN

Pero él se apartaba a lugares desiertos para orar. (Lucas 5:16).
La oración es el medio más eficaz que tiene el ser humano para comunicarse con su Padre celestial. Un niño que estaba haciendo un examen de geografía se dio cuenta de que no había estudiado lo suficiente como para ubicar todas las capitales que le pedían. Entonces oró: «Señor, permite que Bruselas sea la capital de Austria». ¿A qué te has reído? Pues muchas veces nuestros labios pronuncian oraciones tan ilógicas como esta.
Hace un tiempo tuve que aconsejar a una joven de la iglesia que no se casara con el muchacho que la cortejaba. Ella entendió mis palabras, pero de todas formas se casó con él. Al poco tiempo me contó que su matrimonio había fracasado. Ya tenía tres hijos y estaba divorciada. La escuché decir: «Tanto le pedí a Dios que me concediera un hogar feliz, y no lo hizo!».
¿Te das cuenta? Sin duda, Dios tiene poder para trasladar Bruselas y colocarla en Austria, pero ese no es su trabajo, más bien era la responsabilidad de aquel muchachito saber que Bruselas es la capital de Bélgica. Muchos serían los sufrimientos que nos ahorraríamos si aprendiéramos a orar como Jesús. El texto de hoy sitúa a Cristo en un escenario de popularidad, donde por supuesto no estaba exento de tentaciones. No solo en los momentos difíciles debemos orar. La tentación puede llegar en cualquier momento y bajo cualquier disfraz. Si eres una mujer de éxito, si ocupas un lugar destacado, también debes apartarte a un sitio solitario para conversar con tu Dios a solas, y para conocer su voluntad para tu vida.
Cuando, a pesar de las instrucciones divinas, ponemos capitales en los países equivocados, Dios no interviene arreglando la geografía, pero sí dándole una nueva oportunidad. La joven de quien hablé anteriormente confesó su error, pero no tomó la nueva oportunidad que Dios le brindaba. Se alejó de él, pensando que podría hallar la felicidad.
Dios permita que tu comunicación con él sea para escuchar su voz, confesar tus errores y colocarle bajo una nueva oportunidad de salvación.
Si quieres algún día caminar sobre las olas, asegúrate de orar primero en la montaña.

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

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