El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos. Mateo 20:28.
Desde que el pecado entró al mundo, los hombres lucharon para ser servidos. Reyes, gobernantes, ricos y poderosos tenían la autoridad suficiente (o el dinero suficiente) para que otras personas los atendieran y los sirvieran. En la época de Cristo, este deseo de ser servido no estuvo ajeno a los apóstoles, quienes deseaban un lugar preferencial al lado del trono del Mesías. Jesús tuvo que explicarles que el reino espiritual que deseaba formar estaba asentado sobre bases diferentes. Les dijo: "Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo" (Mat. 20:25-27).
El Maestro de Galilea deseaba que sus apóstoles recordaran que el don del servicio no era insignificante ante los ojos de Dios, y por eso les enseñó una lección que jamás olvidarían. Esa noche tenían que celebrar la pascua, y, aunque el aposento y la cena estaban preparados para recibir a Jesús y los doce discípulos, no había nadie para servir. "Los discípulos no hacían ningún ademán de servirse unos a otros. Jesús aguardó un rato para ver lo que iban a hacer. Luego él, el Maestro divino, se levantó de la mesa. Poniendo a un lado el manto exterior que habría impedido sus movimientos, tomó una toalla y se ciñó. Con sorprendido interés, los discípulos miraban, y en silencio esperaban para ver lo que iba a seguir. 'Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a limpiarlos con la toalla con que estaba ceñido'. Esta acción abrió los ojos de los discípulos. Amarga vergüenza y humillación llenaron su corazón. Comprendieron el mudo reproche, y se vieron desde un punto de vista completamente nuevo" (El Deseado de todas las gentes, pp. 600, 601).
Según la Biblia, hay dones que son otorgados exclusivamente a ciertas personas, pero todos los cristianos hemos recibido el don del servicio. Si ves que en tu vida careces de este don, no dejes de pedírselo al mismo Maestro.
Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel
Desde que el pecado entró al mundo, los hombres lucharon para ser servidos. Reyes, gobernantes, ricos y poderosos tenían la autoridad suficiente (o el dinero suficiente) para que otras personas los atendieran y los sirvieran. En la época de Cristo, este deseo de ser servido no estuvo ajeno a los apóstoles, quienes deseaban un lugar preferencial al lado del trono del Mesías. Jesús tuvo que explicarles que el reino espiritual que deseaba formar estaba asentado sobre bases diferentes. Les dijo: "Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo" (Mat. 20:25-27).
El Maestro de Galilea deseaba que sus apóstoles recordaran que el don del servicio no era insignificante ante los ojos de Dios, y por eso les enseñó una lección que jamás olvidarían. Esa noche tenían que celebrar la pascua, y, aunque el aposento y la cena estaban preparados para recibir a Jesús y los doce discípulos, no había nadie para servir. "Los discípulos no hacían ningún ademán de servirse unos a otros. Jesús aguardó un rato para ver lo que iban a hacer. Luego él, el Maestro divino, se levantó de la mesa. Poniendo a un lado el manto exterior que habría impedido sus movimientos, tomó una toalla y se ciñó. Con sorprendido interés, los discípulos miraban, y en silencio esperaban para ver lo que iba a seguir. 'Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a limpiarlos con la toalla con que estaba ceñido'. Esta acción abrió los ojos de los discípulos. Amarga vergüenza y humillación llenaron su corazón. Comprendieron el mudo reproche, y se vieron desde un punto de vista completamente nuevo" (El Deseado de todas las gentes, pp. 600, 601).
Según la Biblia, hay dones que son otorgados exclusivamente a ciertas personas, pero todos los cristianos hemos recibido el don del servicio. Si ves que en tu vida careces de este don, no dejes de pedírselo al mismo Maestro.
Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
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Por David Brizuel
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