Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Éste es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Mateo 22:37-39.
¿Cómo amar a Dios con un corazón que solo ama las cosas erradas? Este es el drama de todo ser humano: quieres ser bueno, quieres amar a Dios y a las personas que están en tu entorno; pero, por más que lo intentas, te descubres yendo en la dirección contraria.
El otro día, un hombre se cuestionaba: "No entiendo lo que sucede conmigo. Amo a mi esposa y a mis hijos; ellos son lo mejor que Dios me dio. Pero los hago sufrir, los maltrato; y después, me arrepiento. Dígame ¿Por qué soy así?"
Lo que esta persona ignora es que no es la única que vive este drama: todos los seres humanos, en mayor o menor grado, somos así.
Lo peor de todo es que, cuando no puedes amar sinceramente a las demás personas, pasas a dudar del amor de Dios por ti. Sin embargo, para ser feliz, lo primero que necesitas es sentirte amado por Dios. ¿Te das cuenta de la incoherencia de las circunstancias?: necesitas ser amado, pero no crees en el amor de Dios, porque tú no eres capaz de amar. ¿Qué puedes hacer?
Necesitas entender que el amor no es algo que tú fabricas; por más que te esfuerces, que lo intentes y que ejerzas fuerza de voluntad. La triste realidad es que tu amor, el mío y el de todos los seres humanos es un amor manchado por la terrible suciedad del egoísmo; así somos, desde la entrada del pecado a este mundo: egoístas, incoherentes y absurdos, en nuestra manera de amar. Decimos que amamos al cónyuge, pero, ¿adónde queda ese amor cuando descubrimos que la otra persona fue infiel? Decimos que amamos al hijo, pero ¿qué sucede cuándo descubres que él hizo algo en contra de ti?
Por lo tanto, si soy consciente de que yo no puedo fabricar amor, necesito ir a la verdadera Fuente del amor, que es Dios. Dios no solo tiene amor, no solo muestra amor, no solo da amor: él es el propio amor. Cuando ofrece amor, se ofrece a sí mismo, cuando muestra amor, se muestra a sí mismo. Sin él, no existe amor: Dios es la misma esencia del amor. Y el ser humano solo puede reflejar, aunque sea pálidamente, el verdadero amor, en la medida en que viva conectado al Dios Amor.
Haz de este un día de amor. Vive en comunión con la verdadera fuente del amor, y no te olvides: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Éste es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo".
Tomado de meditaciones matinales para adultos
Plenitud en Cristo
Por Alejandro Bullón
No hay comentarios:
Publicar un comentario