Hágase tu voluntad como en el cielo, así también en la tierra. Mateo 6:10.
La oración modelo mencionada por Jesús en el "Sermón de la Montaña", conocida como "el Padrenuestro", presenta un aspecto que no siempre es apreciado por los que oran. Pedirle a Dios que se haga su voluntad en el cielo y en la tierra, es pedirle, en algunos casos, que Dios haga incluso lo contrario al deseo de quien ora.
Veamos un ejemplo: Si tienes a tu madre enferma, le pedirás en tu oración a Dios que le devuelva la salud. Ese es tu deseo, esa es tu voluntad... pero, ¿cuál será la voluntad divina? ¿Qué sucedería si la voluntad celestial fuera contraria a lo que tú pides? ¿Lo aceptarías con gozo y seguirías tomado de la mano de Dios? Realmente espero que nunca en tu vida te encuentres en una situación tal, pero es necesario que toquemos el tema, ya que muchos se han alejado de Dios y han renegado contra él sencillamente porque no han comprendido la voluntad divina.
Jesús se encontraba sumamente angustiado en el Getsemaní. Sabía que llevar sobre sí el pecado de todos, lo separaría de su Padre en el Calvario. El temor de Cristo en esa ocasión era que nunca más obtuviera el favor de su Padre por la carga pecaminosa que llevaría sobre sí. A todo esto, Satanás lo asaltaba con fieras tentaciones, diciéndole que no habría salida después de la muerte. En esta situación, el Salvador oró: "Padre, si quieres, pasa de mí esta copa". Jesús rogó tres veces para no beber el trago amargo de esa "copa", aunque en cada oración agregó: "Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya" (Lúe. 22:42). El Padre celestial fortaleció a su Hijo, y aunque el deseo de ambos no era que Jesús muriera de esa manera inhumana, por el bien y el destino eterno de la raza caída, Cristo se entregó.
Es posible que al igual que Jesús, cuando oremos veamos que la voluntad divina es diferente a nuestro deseo. Pero, aunque en esta tierra no comprendamos el porqué de los designios celestiales, siempre debemos recordar que esa voluntad es para nuestra bendición presente y eterna. Muéstrale a Dios tu humildad y dependencia total al decirle: "hágase tu voluntad". Y acepta con alegría lo que Dios te responda, porque siempre sus respuestas serán lo mejor para tu vida.
Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel
La oración modelo mencionada por Jesús en el "Sermón de la Montaña", conocida como "el Padrenuestro", presenta un aspecto que no siempre es apreciado por los que oran. Pedirle a Dios que se haga su voluntad en el cielo y en la tierra, es pedirle, en algunos casos, que Dios haga incluso lo contrario al deseo de quien ora.
Veamos un ejemplo: Si tienes a tu madre enferma, le pedirás en tu oración a Dios que le devuelva la salud. Ese es tu deseo, esa es tu voluntad... pero, ¿cuál será la voluntad divina? ¿Qué sucedería si la voluntad celestial fuera contraria a lo que tú pides? ¿Lo aceptarías con gozo y seguirías tomado de la mano de Dios? Realmente espero que nunca en tu vida te encuentres en una situación tal, pero es necesario que toquemos el tema, ya que muchos se han alejado de Dios y han renegado contra él sencillamente porque no han comprendido la voluntad divina.
Jesús se encontraba sumamente angustiado en el Getsemaní. Sabía que llevar sobre sí el pecado de todos, lo separaría de su Padre en el Calvario. El temor de Cristo en esa ocasión era que nunca más obtuviera el favor de su Padre por la carga pecaminosa que llevaría sobre sí. A todo esto, Satanás lo asaltaba con fieras tentaciones, diciéndole que no habría salida después de la muerte. En esta situación, el Salvador oró: "Padre, si quieres, pasa de mí esta copa". Jesús rogó tres veces para no beber el trago amargo de esa "copa", aunque en cada oración agregó: "Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya" (Lúe. 22:42). El Padre celestial fortaleció a su Hijo, y aunque el deseo de ambos no era que Jesús muriera de esa manera inhumana, por el bien y el destino eterno de la raza caída, Cristo se entregó.
Es posible que al igual que Jesús, cuando oremos veamos que la voluntad divina es diferente a nuestro deseo. Pero, aunque en esta tierra no comprendamos el porqué de los designios celestiales, siempre debemos recordar que esa voluntad es para nuestra bendición presente y eterna. Muéstrale a Dios tu humildad y dependencia total al decirle: "hágase tu voluntad". Y acepta con alegría lo que Dios te responda, porque siempre sus respuestas serán lo mejor para tu vida.
Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
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