lunes, 7 de noviembre de 2011

LAS TRES DIMENSIONES - 1ª PARTE

Si una persona peca, o hace alguna de todas aquellos cosas que por mandamiento de Jehová no se han de hacer, aun sin hacerlo a sabiendas, es culpable y llevará su pecado (Levítico 5:17).

No existe mortal alguno que no haya pecado, por lo que podemos concluir que todos, sin excepción, estamos condenados a la muerte por haber nacido como hijos de pecado. El salmista lo expresó en las siguientes palabras: «En maldad he sido formado y en pecado me concibió mi madre» (Sal. 51: 5). Aunque para Dios el pecado tiene un solo nombre, una cara y una consecuencia, él considera que tiene tres dimensiones.
Una de esas dimensiones es el pecado por ignorancia, del cual nos dice el versículo de hoy que no deja de ser pecado. El texto enfatiza que la persona que comete pecado, incluso sin darse cuenta, necesita también ser redimida, necesita un sustituto que pague la culpa por su pecado, necesita un sacrificio: «Llevará, pues, al sacerdote para la expiación, según tú lo estimes, un. carnero sin defecto de los rebaños; y el sacerdote le hará expiación por el pecado que cometió por ignorancia, y será perdonado» (Lev. 5: 18).
Si desenredamos la madeja de la historia encontramos personas que fueron pecadoras, pero por ignorancia: «Sé que por ignorancia lo habéis hecho» (Hech. 3: 17). El propio apóstol Pablo era una de ellas: «Habiendo yo sido antes blasfemo, perseguidor e injuriador; pero fui recibido a misericordia porque lo hice por ignorancia, en incredulidad» (1 Tim. ] : 13). ¿Cuál es el trato que Dios da a tales pecadores? La Biblia responde a esta pregunta: «Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan» (Hech. 17: 30). Dios los perdona, pero no sin antes amonestarlos: «Como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia» (1 Ped. 1: 14).
Dios conoce tu corazón. Si pecas por ignorancia, la sangre de Cristo es suficiente para perdonarte, pero debes salir de esa ignorancia y, como el salmista, cada día orar: «Líbrame de los [pecados] que me son ocultos» (Sal. 19: 12),

Tomado de meditaciones matutinas para mujeres
De la Mano del Señor
Por Ruth Herrera

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