lunes, 7 de noviembre de 2011

EL HOSPITAL PARA LOS ENFERMOS; LA IGLESIA PARA LOS PECADORES

Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio. Lucas 7:22.

Una pregunta obvia es: ¿qué tipo de personas va a un hospital? La respuesta es sencilla: las que están o se sienten enfermas. Cuando estamos mal, vamos a una clínica para que un médico nos devuelva lo que hemos perdido: la salud.
En cierto sentido, la iglesia es un hospital. Si bien la idea general es que a la iglesia solo asisten las personas buenas que están "cerca de Dios", en realidad son los que se sienten enfermos de pecado, lejos de la misericordia divina, quienes buscan congregarse. Desean cambiar, y por eso van a una iglesia para ser distintos.
Por esta razón Jesús no expulsó a Judas de entre los doce apóstoles. Jesús sabía que Judas era un ladrón, el Señor conocía el futuro y sabía el camino que recorrería el traidor, Jesús sabía que Judas nunca cambiaría, pero aún así hizo todo lo que pudo para que fuera salvo. Por eso fue uno de los doce. "Sin embargo, cuando Judas se unió a los discípulos no era insensible a la belleza del carácter de Cristo. Sentía la influencia de aquel poder divino que atraía las almas al Salvador. El que no había de quebrar la caña cascada ni apagar el pábilo humeante no iba a rechazar a esa alma mientras sintiera un deseo de acercarse a la luz. El Salvador leyó el corazón de Judas; conoció los abismos de iniquidad en los cuales este se hundiría a menos que fuese librado por la gracia de Dios. Al relacionar a este hombre consigo, le puso donde podría estar día tras día en contacto con la manifestación de su propio amor abnegado. Saquería abrir su corazón a Cristo, la gracia divina desterraría el demonio del egoísmo, y aun Judas podría llegar a ser súbdito del reino de Dios" (El Deseado de todas las gentes, p. 261).
Jesús no rechazó a Judas porque deseaba su salvación, y es por eso que hoy los templos adventistas albergan a toda alma que desea acercarse a Dios, no importa lo pecadora que sea. A quienes están enfermos de pecado, la iglesia —en nombre del Señor— abre sus brazos para dar sanidad, restauración y vida. ¡Anímate a ser un médico en las manos de Cristo! Procura brindar salud espiritual a todo aquel que llegue a tu iglesia.

Tomado de meditaciones matinales para jóvenes
Encuentros con Jesús
Por David Brizuel

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