viernes, 6 de enero de 2012

AHOGANDO LOS IMPULSOS

¡Crea en mí, Dios, un corazón limpio y renueva un espíritu recto dentro de mí. (Salmo 51:10)

Me disponía a viajar a la capital con el fin de asistir a un congreso del Ministerio de la Mujer, así que me levanté muy temprano para el culto matutino y para preparar mi viaje.
Estaba aún oscuro cuando tomé el autobús. Se me indicó que debía sentarme en un asiento vacío de la tercera fila, lo cual no me agradó en absoluto, pues al lado iba una señora con dos niñas de siete y nueve años que no habían pagado por su asiento. Pensé que pronto iban a incomodarme, pero finalmente me senté, pues no tenía otra opción.
Mi actitud cambió al recordar lo que había hablado con el Señor durante el devocional. Comencé a conversar con la señora sobre lo incómodo que debía de ser para las niñas viajar de pie y prácticamente encima de ella. Sentí un fuerte deseo de ofrecerle el dinero para pagar el pasaje de las niñas y pedir que me asignaran otro asiento a mí. Sin embargo, cuando lo hice, ella, avergonzada, rechazó mi ofrecimiento; así que me corrí un poco, haciendo espacio para que al menos una de las niñas se sentara. La señora se sintió muy agradecida y sorprendida por mi actitud. Eso me brindó la oportunidad para conversar con ella y contarle el motivo de mi viaje. Ella puso su mano sobre mi hombro con alegría y me dijo que, aunque también era miembro de la Iglesia Adventista, había decidido dejar de asistir porque había tenido algunos problemas.
Dios me permitió animarla y hablarle del amor divino durante el resto del trayecto. Le recordé la promesa: «En el mundo tendréis aflicción, pero confiad, yo he vencido al mundo» (Juan 16: 33). Tuve también la oportunidad de hablarle de mi experiencia personal con Jesús.
¡Qué bueno que tuve que sentarme al lado de aquella hermana, a pesar de mi rechazo inicial! Al hacerlo, cumplí una misión. Me dio mucho gusto encontrarme con ella en el congreso de damas, después de que aceptara mi invitación. Cuando nos despedimos me sentí muy contenta de saber que había decidido reencontrarse con Jesús y había renovado su relación con él.
¡Oh Señor! Deseo que durante el día de hoy hagas de mí un instrumento de tu amor. Amen

Toma de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Elba Leticia Marroquín es profesora de Matemáticas y Química.

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