Amado, no imites lo malo, sino lo bueno. El que hace lo bueno es de Dios, pero el que hace lo malo no ha visto a Dios (3 Juan: 11).
Los años de la infancia siempre se contemplan con nostalgia. Uno de los recuerdos que conservo es que cuando hacía algo malo, me escondía creyendo que Dios no podría verme y por tanto no me castigaría.
Yo fui educada en un hogar católico, donde temer a Dios equivalía a tenerle miedo. Mis mayores me decían: «Si no te portas bien, Dios te castigará». «Si no estudias, Dios te castigará». Y así una serie de reprimendas que por mi corta edad no comprendía del todo.
En mi corazón albergaba dudas: por un lado me decían que Dios me amaba, y por otro me inculcaban el miedo con castigos. Así que empecé a buscar con todo mi corazón a aquel Dios que no podía comprender. No sabía cómo hacerlo, por lo que rezaba mucho, ya que para aquel entonces aún no sabía orar. Todos los días me dirigía a Dios utilizando la mejor forma que conocía, y sentía que en mi interior surgía una paz que antes no disfrutaba.
Así pasaron muchos años, pero mi búsqueda y mis ansias por conocer a Dios no se extinguían. Un día me llegó la oportunidad de estudiar la Biblia. Al principio no entendía nada, todo era nuevo para mí; pero me llamó la atención un pasaje que decía: «Os daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de vosotros. Quitaré de vosotros el corazón de piedra y os daré un corazón de carne» (Eze. 36: 26). Me conmoví al leer aquellas palabras. Aunque no las entendía muy bien, sabía que aquella promesa implicaba algo bueno.
Continué estudiando la Palabra de Dios y mi vida fue cambiando. Ya no tenía miedo, tan solo sentía la necesidad de estar con Jesús. Si él me prometía un corazón nuevo era porque el mío no servía: «Dame, hijo mío, tu corazón y miren tus ojos mis caminos» (Prov. 23: 26). Acepté a Jesús, le entregué mi corazón y mis temores se han convertido en amor; en un amor que todo lo puede, todo lo soporta, que no tiene envidia, que es sufrido, como leemos en 1 Corintios 13.
Ese es el amor que deseo para todos los que anhelan seguir a Jesús: el ejemplo de amor más grande en la historia de la Creación.
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