Si tu ojo derecho te hace caer en pecado, sácatelo y échalo lejos de ti. Mateo 5:29.
En cierta ocasión, un entrevistador de televisión le preguntó al conocido evangelista Billy Graham si la tentación sexual asalta a pastores y a ministros con la misma fuerza con que ataca a las demás personas. Graham respondió relatando la experiencia que vivió uno de sus colaboradores durante una campaña de evangelización en París.
Una noche, este joven regresaba al hotel tras finalizar el programa de evangelización. Doquiera que mirara, veía escenas que lo invitaban a disfrutar de los placeres de la gran ciudad. Cuando llegó al hotel, sintió un vivo deseo de salir y entregarse a una noche de deleite. Durante un rato estuvo en su cuarto, batallando contra la tentación, hasta que finalmente tomó una decisión: cerró la puerta con llave desde adentro, arrojó la llave por la ventana y se acostó a dormir. Básicamente, se «encarceló» a sí mismo en su cuarto. Cuando se levantó por la mañana y contempló la luz del sol, este joven experimentó una gratísima sensación de bienestar. No solo la tentación había perdido toda su fuerza, sino que él había conservado su pureza al decidir ser fiel a Dios (Ravi Zacharias, I, Isaac, Take Thee, Rebekah [Yo, Isaac, te tomo a ti, Rebeca], p. 81).
Lo que hizo este joven para no caer en pecado puede parecer exagerado, pero ilustra lo que dijo el Señor Jesús con eso de «sacarnos el ojo que nos hace pecar». Supongamos que este joven hubiera decidido «dar un paseíto» por las calles para tomar aire puro. Muy probablemente habría cedido al mal. Pero en lugar de engañarse a sí mismo, decidió cortar el problema de raíz. Hizo lo que Elena G. de White nos aconseja: «No vayan espontáneamente a lugares donde las fuerzas del enemigo se hallan poderosamente atrincheradas» (Mensajes para los jóvenes, p. 57).
Dios no te pide que te saques los ojos. Lo que sí te pide es que seas firme en tu decisión de no negociar con el mal, de no «coquetear con la tentación». Te pide que te niegues a ver, oír, tocar, gustar y aun oler cualquier cosa que te aparte de Dios. Dicho figurativamente, te pide que «cierres la puerta que conduce al pecado y botes la llave por la ventana».
Dame, Señor, fuerza de voluntad para apartarme del mal de manera firme y resuelta.
Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala
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