«Pero él da mayor gracia. Por esto dice: “Dios resiste los soberbios y da gracia a los humildes» Santiago 4:6.
Pocos principios bíblicos son más desagradables para la naturaleza humana y más opuestos a su forma de pensar que estas palabras de Jesús: «Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra». ¿Por qué es tan desagradable? Porque la naturaleza humana tiende a poner el «yo» en primer lugar. A los niños se les enseña a ser insistentes y agresivos, a obtener el máximo de todo lo que deseen, lo merezcan o no.
Pero esto no debería sorprendernos. De hecho, es una señal de que vivimos en el tiempo del fin. «También debes saber que en los últimos días vendrán tiempos peligrosos. Habrá hombres amadores de sí mismos» (2 Tim. 3: 2).
En la actualidad, la gente ya no ve la mansedumbre como una virtud, sino como un defecto. El que es manso, dicen, es débil.
Y así nos enteramos de que:
- No hay que ser amable, sino duro.
- La castidad es un estorbo; es mejor practicar el libertinaje sexual.
- Solo los tontos son fieles.
- Las únicas decisiones que hay que tomar son las que mejor nos convengan en cada momento.
Hace algunos años se empezó a escuchar una nueva palabra. En realidad, no es nada nueva, porque se basa en el egoísmo humano. Se trata de la «autoestima». La idea es que, con el fin de amar a Dios con todo nuestro corazón y a nuestro prójimo como a nosotros mismos, antes tenemos que amarnos a nosotros mismos. Por desgracia, este concepto también ha llegado a las iglesias y las escuelas.
Cierta vez leí en una revista un artículo dedicado a la autoestima que sugería a un esposo que fuera a cenar con su esposa a un restaurante frecuentado por parejas de enamorados. Hasta aquí todo era correcto. El artículo continuaba diciendo que en el momento oportuno, el esposo tenía que mirar tiernamente a los ojos de su esposa mientras susurraba: «Me amo». Me pregunto si el autor del artículo hablaba en serio.
Todo esto suena ridículo; y lo es. Sin embargo, por desgracia, muchos cristianos dan crédito a esta filosofía y la familia sufre las consecuencias. Nuestros hogares deben ser lugares en los que estemos encantados de ponernos en primer lugar unos a otros. Lo desafío a descubrir qué puede hacer usted por los demás en lugar de pensar qué pueden hacer los demás por usted. (Basado en Mateo 5:5).
Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill
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