Él mandará que sus ángeles te cuiden por dondequiera que vayas. Salmo 91:11.
¿Has pensado alguna vez qué cosas te gustaría hacer en la Tierra Nueva? Una de las cosas que me gustaría hacer es conversar con mi ángel guardián. Cuando lo encuentre, lo primero que le diré será: «Tú y yo tenemos mucho de qué hablar». ¡Qué interesante será conocer pasajes de nuestra vida en los que nuestro ángel guardián nos libró de peligros y aun de la muerte!
En su libro Milagros en mi vida (pp. 85-87), el pastor Nicolás Chaij relata una interesante experiencia. Ocurrió en Mato Grosso, Brasil, en 1943, y tuvo como protagonista a Francisco Miranda, un colportor.
Cuenta el pastor Chaij que un viernes por la tarde, Francisco Miranda bajaba por una colina cantando un himno. Atraído por el canto, un señor de nombre Javier Rodríguez salió de su casa y observó a dos hombres que cantaban con mucho entusiasmo. En un trecho del camino se internaron en una arboleda, pero cuando salieron, Javier solo pudo ver a uno, que no era otro que Francisco Miranda.
Cuando Francisco llegó a la casa, Javier Rodríguez le preguntó:
—¿Y dónde está el hombre que venía con usted, el que estaba vestido de blanco?
Sorprendido, Francisco respondió:
—Yo venía solo.
—¡No puede ser! —insistió Javier— . ¡Usted venía acompañado!
Entonces Francisco entendió lo que había sucedido.
—Señor Javier —dijo— , hoy usted ha tenido un gran privilegio: no solo vio a un ángel, sino que también lo escuchó cantar.
Esa tarde Francisco, el colportor, le habló a Javier de la Palabra de Dios y de los libros que estaba vendiendo. Emocionado, Javier compró varios de los libros y acompañó a Francisco mientras visitaba a otras dos familias de la zona. Esas tres familias aceptaron finalmente a Jesucristo como Salvador y posteriormente fueron bautizadas.
¿Quieres saber qué himno cantaba Francisco Miranda cuando el ángel lo acompañó a dúo? Era el himno «Corazones siempre alegres»:
Corazones siempre alegres, rebosando gratitud, somos los que a Dios amamos, redimida juventud.
Este es un buen día para estar alegres. Y también para agradecer a Dios por nuestro ángel guardián. ¿No te parece?
Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala
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