«Ten piedad de mí, Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones, [...] ¡límpiame de mi pecado!» (Salmo 51:1-2).
¿Alguna vez ha orado diciendo: «Señor, si he cometido algún pecado o me he equivocado en algo, te suplico que me perdones»? Es como decir: «Señor, la verdad es que no recuerdo haber cometido ningún pecado. Pero si sabes de alguno que desconozco, te lo suplico, perdóname».
Querido lector, pensemos un momento. ¿Esta clase de oraciones expresa arrepentimiento genuino? Un día Jesús y sus discípulos se acercaban a la ciudad de Jericó. A la entrada de la ciudad había un hombre ciego que se ganaba el sustento diario mendigando. Oyó el tumulto de la gente y preguntó qué pasaba. Alguien le dijo que Jesús se acercaba.
Es probable que hubiera oído que el Maestro podía curar aun a los ciegos y por eso empezó a gritar: «¡Jesús, hijo de David, ten misericordia de mí!». La gente le ordenó que callara, poro él no hizo caso. Al oír los gritos del ciego, Jesús pidió que lo trajeran delante de él. Entonces llevaron al ciego ante Jesús, y él le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?». El ciego respondió: «Señor, que reciba la vista».
Muchas veces me he preguntado por qué Jesús lo preguntó al ciego qué quería que hiciera. Me parece que era obvio. Sin embargo, el Maestro le preguntó: «¿Qué quieres que haga?». Aunque él conoce nuestras necesidades, quiere que las reconozcamos. Por eso, pedir a Jesús que nos perdone los pecados no basta. Si Jesús estuviera aquí en persona, y le pidiéramos que nos perdonara los pecados, él nos preguntaría: «¿Cuáles?».
A veces, nuestro arrepentimiento no es completo. Quizá nos arrepintamos de algunas cosas y no de otras. En el libro El progreso del peregrino, de John Bunyan, Cristiano y un compañero de viaje se encuentran con otro peregrino y empiezan a hablar del pecado. El desconocido les dice que se ha arrepentido de los pecados mortales que ha cometido y se ha quedado solo con los veniales. Cristiano le responde: «Los pecados que tú llamas veniales, en realidad, son los más mortales; porque te aferras a ellos».
Apreciado lector, pídale hoy a Jesús que lo limpie de todos sus pecados. (Basado en Mateo 4:19)
Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill
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