Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean y glorifiquen que está en los cielos (Mateo 5: 16).
La casa de al lado, que había estado vacía durante semanas, ahora tenía luz, por eso nos dimos cuenta de que alguien se había mudado a ella. Teníamos nuevos vecinos. Más tarde, cuando escuchamos voces infantiles, nos alegramos de saber que tendríamos más amigos para jugar.
Al día siguiente mi mamá fue a darles la bienvenida. Se quedó muy positivamente impresionada con ellos y nos dijo que se trataba de un pastor adventista y su familia, y que nos invitaban a que los acompañáramos aquel viernes por la noche. Cuando llegó el viernes fuimos a visitarlos.
Nuestros vecinos cantaron, leyeron la Biblia y nos contaron algunas historias a los niños. Después nos dieron galletitas que habían horneado para el sábado y nos permitieron participar en varios juegos bíblicos. Apenas podíamos creerlo: los nuevos vecinos no se parecían en nada a los anteriores.
Al despedirnos dijeron que podíamos volver todos vuestras hienas obras los viernes por la noche que quisiéramos para adorar con ellos. Nosotros, niños al fin, anticipábamos las galletitas y los juegos. Empezamos a conocer más acerca de Jesús, aunque mamá era la que más aprendía de todos nosotros. Un sábado nos dijo que iba a asistir a la iglesia de los vecinos y que nosotros podíamos acompañarla. Poco después declaró que había decidido bautizarse.
Mi papá, al principio, se reía de todo aquello, pero apoyó a nuestra madre en su decisión. Sin embargo, él afirmaba rotundamente que no se haría miembro de la Iglesia Adventista, puesto que era anglicano. Finalmente mi papá descansó en el Señor hace pocos años siendo un miembro fiel de la Iglesia Adventista. Nuestros vecinos le enseñaron pacientemente la importancia de obedecer a Dios y de guardar sus mandamientos, incluyendo el sábado.
Aquella luz que comenzó a brillar en la casa de al lado, a través de las palabras y de las acciones de nuestros vecinos, no pudo ser jamás apagada una vez que alumbró la vida de nuestra familia. Damos gloria a nuestro Padre celestial por el gozo y la paz que hemos encontrado en la salvación.
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Por Shirnet Wellington Master en Educación
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