viernes, 10 de febrero de 2012

CORAZONES DE FUSIÓN FRÍA

«Buena es la sal; pero si la sal se hace insípida, ¿con qué a sazonaréis? Tened sal en vosotros mismos, y vivid en paz. » (Marcos 9:50).

¿Sabía usted que no podemos vivir sin una cierta cantidad de sal en el cuerpo? La pérdida de sal es poco frecuente, pero puede ser algo peligroso. El cuerpo pierde demasiada sal a través de la orina, la transpiración, los vómitos y las heces. Si se pierde demasiada sal, la sangre también pierde fluidos. En los casos graves, los bajos niveles de sodio en el cuerpo pueden causar: calambres, náuseas, vómitos y mareos.
En última instancia, la falta de sal puede provocar la pérdida del conocimiento, un coma o incluso la muerte. Por suerte, es muy poco probable que eso suceda, porque nuestras dietas suelen contener más sal de la necesaria. El sodio se encuentra presente en la composición de muchos alimentos, por lo que con ellos no es preciso usar el salero.
Mi hijo y su familia viven cerca de Washington, DC. Hace algunos años padecieron una grave tormenta de nieve. En tan solo un día y medio, la nieve acumulada alcanzó un grosor de setenta y cinco centímetros. El barrio donde vive estuvo cerrado hasta que la nieve pudo ser retirada de las calles. Para limpiar las calles y las carreteras, además los unos con los otros» de máquinas quitanieves, también se utiliza sal. La sal hace que el punto de congelación del agua baje de los cero grados centígrados, por lo que, a esa temperatura, el hielo Se derrite.
El agua que lleva disuelta gran cantidad de minerales se llama «agua dura». Cuando el agua es dura, el jabón no hace espuma y el lavado de la ropa y el aseo personal resultan más difíciles. La solución es hacer que el agua pase por un filtro de sal para ablandarla.
¿Qué quiero decir? Así como la sal puede derretir el hielo y ablandar el agua, la sal del Espíritu Santo es capaz de derretir los corazones más fríos y ablandar los más duros.
Esto es lo que Jesús quiso que entendiéramos cuando dijo que debemos ser la sal de la tierra. A menudo, al relacionarnos con personas de corazón frío, reaccionamos como ellas. Por eso Jesús nos advierte para que no permitamos que nuestro entorno haga que perdamos la capacidad de llevar a cabo la tarea que nos ha encomendado.
La única manera de ser sal pura es permitir que el Espíritu Santo obre en nuestra vida. Lo invito a orar ahora mismo con el propósito de que el Señor lo use para derretir los gélidos corazones y ablandar las duras vidas de aquellos a quienes Dios ponga en su camino. (Basado en Mateo 5:13)

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

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