Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos! (Filipenses 4:4).
Los investigadores de la conducta humana afirman que la risa y la alegría ejercen un efecto terapéutico y protector sobre la salud. Se dice que se emplean menos músculos para sonreír que para poner una cara triste.
Asimismo, se afirma que, si sonreímos con frecuencia la piel del rostro se mantendrá más lozana. Todas estas declaraciones me convencen de que vale la pena estar alegre. Creo que la mejor razón por la cual el cristiano debiera reflejar siempre una sonrisa y un espíritu alegre es porque su esperanza está en Jesús, quien nunca nos falla.
Me gusta observar las expresiones de los rostros de la gente cuando estoy en la sala de espera de un aeropuerto o de una consulta médica, o sencillamente cuando voy al supermercado. En esos escenarios son pocos los rostros que veo alegres. Quizá en los aeropuertos la gente no tiene muchos motivos para sonreír por causa del temor a lo que pueda suceder mientras viajan. Por otra parte en las salas de espera de las consultas médicas tampoco se observan rostros felices, ya que la enfermedad opaca y destruye la alegría.
La tristeza entró a este mundo hace más de seis mil años, cuando nuestros primeros padres desobedecieron a Dios. Desde aquel fatídico día todos los seres humanos, de una forma u otra, hemos estado enfrentando el temor, el dolor y la tristeza. El apóstol Pablo tenía muchas razones para estar triste cuando escribió a los hermanos de Filipo. Aunque perseguido, encarcelado, azotado, juzgado injustamente y atropellado física y emocionalmente, se preocupó por recordar a los hermanos que en todo momento estuvieran alegres. Pero, ¿cómo se puede estar alegre cuando hay tanta miseria, dolor y problemas? Pablo nos da la respuesta: «Por amor a él lo he perdido todo y lo tengo por basura, para ganar a Cristo» (Fil. 3:8). Pablo había aprendido a conceder un valor relativo a todo lo terrenal y a estimar más la amistad con Cristo que ninguna otra cosa.
Cuando sientas que los músculos de tu rostro se están endureciendo por no sonreír, o cuando los desafíos del diario vivir te parezcan más grandes que tus fuerzas para enfrentarlos, te invito a recordar las palabras de Pablo y a alégrate, porque tu redención está cerca.
Toma de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Evelyn Herrera de Omaña
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