«¡Cuan hermosas son tus tiendas, Jacob! ¡Qué bello es tu campamento, Israel! Son como arroyos que se ensanchan, como jardines a la orilla del río, como áloes plantados por el Señor, como cedros junto a las aguas» (Números 24:5, 6, NVI).
¡Dios amaba muchísimo a su pueblo! Incluso le gustaba cómo se veían sus tiendas, miles de ellas, en hilera. Se veían como «áloes plantados por el Señor».
¿Sabes lo que es un áloe? Obviamente es una planta, pero no es cualquier planta. Hace mucho tiempo la gente descubrió que si partía una hoja de aloe en dos y se colocaba el jugo gelatinoso que tiene por dentro en una quemadura, la piel sanaba rápidamente. Al caminar por el desierto con los israelitas, los vemos recogiendo plantas de áloe para sus heridas. Hoy en día, hay gente que cultiva en su casa plantas de aloe (o aloe, como se conoce comúnmente) para usarlas como medicamento para las quemaduras.
El Espíritu Santo se parece mucho al áloe. La Biblia lo llama el Consolador. Cuando estamos tristes o desanimados, él se acerca a nuestro corazón y nuestra mente y nos dice que Jesús está a cargo de todo. Nos dice que no tenemos por qué preocuparnos. Me alegra que el Espíritu Santo pueda derramar su amor sobre nosotros y sanar las quemaduras que a veces nos produce la vida.
Tomado de Devocionales para menores
Explorando con Jesús
Por Jim Feldbush
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