«Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad» (2 Pedro 3:18)
El trigo es una planta beneficiosa porque de él se obtiene la harina. La harina se utiliza para hacer pan, galletas, pasteles y todo tipo de comidas de sabor agradable. El pan, leudado o ázimo, es la base de la alimentación en muchas regiones del mundo. Las verduras y los condimentos se pueden recoger con trozos de pan, con lo que se evita la necesidad de usar cubiertos u otros objetos para comer. Cuando Jesús, en la colina, alimentó a la multitud, multiplicó panes y peces, una comida típica de la época (Mat. 14: 19). En el desierto, el Señor proporcionó pan a los hijos de Israel (Éxo. 16:15). La Biblia menciona el pan y el agua en 32 ocasiones.
¿Es usted una semilla de buen trigo? Si está arraigado y cimentado en la verdad, creciendo y madurando cada día, usted es una buena semilla de trigo. Pero usted es más que buen trigo; a usted se le han asignado dos papeles. En la parábola, el hombre tenía siervos que lo ayudaban. Si ha colaborado en sembrar la semilla de la verdad en el corazón de otros —mediante su ejemplo, con obras de caridad cristiana o llevando a cabo una labor evangelizadora—, usted es también uno de los ayudantes de Cristo.
La responsabilidad de la buena semilla es crecer. Tenemos que utilizar toda la luz y la lluvia que podamos acumular para poder madurar más cada día. Las buenas semillas crecen poco a poco y sin pausa. No maduran durante la noche. No tenemos que impacientarnos con nosotros mismos o con los demás. Cuando no crecemos, quizá parezca que atravesamos un período de sequía. Se cuenta la historia de una joven que aceptó a Cristo como su Salvador y solicitó su admisión en una iglesia.
—¿Era usted pecadora antes de recibir al Señor Jesús? —preguntó un diácono ya entrado en años.
—Sí, señor —respondió ella.
—Bien. ¿Sigue siendo usted pecadora?
—A decir verdad, me siento más pecadora que nunca.
—Entonces, ¿qué cambio real ha experimentado usted?
—No sé muy bien cómo explicarlo —dijo—. Solo le diré que era una pecadora que buscaba el pecado y que ahora que Jesús me ha salvado soy una pecadora que huye del pecado.
Señor, gracias por dejarme ser uno de tus ayudantes. Basado en Mateo 13:24-30
Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill
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