Pero Ana le respondió: «No, señor mío; soy una mujer atribulada de espíritu. No he bebido vino ni sidra, sino que he derramado mi alma delante de Jehová» (1 Samuel 1:15).
El texto de hoy siempre ha sido uno de mis favoritos. En especial trato de leerlo si por alguna razón me siento atribulada. Luego sigo el ejemplo de Ana. Puedo testificar que, al igual que a ella, no me ha faltado la ayuda divina.
Ana pedía un hijo; y tú, ¿qué le pides al Señor? Quizás hoy te sientas triste por tu iglesia, por la falta de amor entre sus miembros, por aquellos que se han ido detrás de lo que el mundo les ofrece olvidándose de Dios. A lo mejor estás sufriendo porque alguien a quien amas te ha herido profundamente, traicionándote. Es posible que quien considerabas tu mejor amiga no lo sea en realidad. Otras situaciones podrían implicar desavenencias con vecinos problemáticos, alguna grave enfermedad o algún rencor que no te permita tener paz. O tal vez estés sufriendo a causa de la envidia o del abandono.
Contempla a Ana con los ojos de la fe. Ella era una mujer que llevaba en su corazón la tristeza de no tener hijos. Tampoco podría abrigar la esperanza de que de ella naciera el Mesías. Además debía soportar a Penina, su rival, con quien tenía que compartir a su esposo, quien la incomodaba y la hacía sentir mal afirmando que era el Señor quien no le había dado hijos.
Ana probablemente había recurrido a todas las soluciones humanas con el fin de quedar encinta. Quizá había seguido los consejos de familiares y vecinas, poniendo en práctica numerosos tratamientos. Pero un día acudió al templo con amargura de alma para obtener el remedio divino para su situación. Según nos dice la Biblia, oro al Señor llorando copiosamente, y Dios vio la aflicción de su sierva y le concedió lo que tanto anhelaba.
Ese Dios todopoderoso es capaz de contestarte a ti, que tal vez sufres por algún motivo. Ábrele de igual forma ni corazón con ruegos y lágrimas. Quizá él tenga misericordia y se acuerde de ti, y te conceda tus deseos y anhelos.
Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Isabel Salinas de Martín
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