«Y yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mateo 28:20).
Cuando vivíamos en América del Sur, un empresario estadounidense que estaba en el país vino durante varios meses a mi casa porque había oído que teníamos una radio de onda corta. Le había prometido a su esposa que en el vigésimo aniversario de boda renovarían los votos en público. La fecha se acercaba y, mientras uno estaba en Sudamérica, la otra estaba en California. Por eso me preguntó si lo ayudaría a renovar sus votos permitiéndole usar la radio. Hizo los arreglos oportunos para que ella sintonizara la radio a una frecuencia determinada en un momento preciso. De modo que, cuando llegó el día, renovaron los votos tal y como habían prometido. Fue algo muy íntimo: solo ellos dos, yo... y vaya usted a saber cuántos cientos de radioaficionados más que en aquel momento estaban en sintonía.
Cuando hablamos con Dios solemos decir que estamos en su presencia. ¿Qué significa estar en presencia de Dios? No lo podemos ver, no podemos escucharlo y tampoco podemos tocarlo. En resumen, a Dios no se lo percibe con los sentidos físicos. ¿Cómo podemos percibir la presencia de Dios sin usar los cinco sentidos?
Ahora más que nunca antes es posible disfrutar de la presencia de alguien aunque no esté con nosotros. Solemos utilizar el teléfono, el vídeo o aún mejor, las imágenes transmitidas por Internet. (¿Ha usado Skype?) También sentimos una presencia especial cuando recibimos una carta de alguien a quien amamos. Antes de casarnos, Betty vivía en Florida y yo en Ohio. Procurábamos escribirnos a diario. De ese modo yo podía sentir su presencia por medio de las cartas que ella me escribía.
Jesús dijo que siempre estaría con nosotros. Las limitaciones físicas no impiden que podamos disfrutar de su presencia. Cuando estoy rodeado de naturaleza, en particular en una noche estrellada, me siento cerca de Dios. Trabajar en el huerto o en el jardín también me pone en contacto con el cielo. Y orar es como hablar con un amigo muy querido.
«Toda alma débil que, rodeada de dudas y luchas, se entrega completamente al Señor, se coloca en contacto directo con agentes que la capacitan para vencer. El cielo está cerca de ella, y tiene el apoyo y la ayuda de los ángeles misericordiosos en todo tiempo de prueba y necesidad» (Los hechos de los apóstoles, cap. 29, p. 224).
Dios está a tan solo una oración de distancia. Basado en Mateo 28: 20
Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill
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