Es nuestro deber obedecer a Dios antes que a los hombres. Hechos 5:29.
Entre las figuras más prominentes en la historia de la iglesia cristiana, Martín Lutero ocupa, sin duda alguna, un lugar especial. ¿Cuál fue su «hora más gloriosa»?
Uno podría pensar en varios momentos. Por ejemplo, ese 31 de octubre de 1517, cuando clavó sobre la puerta de la catedral de Wittenberg sus 95 tesis. Como recordarás, esas tesis eran denuncias públicas contra los excesos de la iglesia popular, especialmente contra la venta de indulgencias, especie de certificados que aseguraban al comprador el perdón de sus pecados e incluso el derecho a ir al cielo una vez que muriera. Lutero enfrentó ese error al enseñar que el perdón de Dios ni se compra ni se vende: se recibe por gracia.
Otro momento estelar: cuando completó la traducción de la Biblia al alemán. Lutero consideraba que la Biblia y solo la Biblia debía ser la autoridad final en asuntos de fe, pero solo unos pocos privilegiados podían leerla. Fue así como decidió traducir las Escrituras al idioma que el pueblo hablaba en la calle.
¿Y qué te parece este otro «momento histórico»? Corría el año 1521. Lutero había sido llamado a rendir cuentas por sus enseñanzas ante el emperador Carlos V y ante poderosos dignatarios del estado y de la Iglesia Católica, reunidos en la ciudad de Worms. Públicamente se le ordenó que renunciara a sus enseñanzas o se atuviera a las consecuencias. Esta fue su respuesta: «A menos que sea convencido por las Escrituras, [...] no acepto la autoridad de papas y concilios. [...] Mi conciencia es cautiva de la Palabra de Dios. No puedo ni debo renegar de nada, porque no es correcto ni seguro ir en contra de mi conciencia. Aquí estoy. No puedo hacer otra cosa. Que Dios me ayude».
¡Sin duda alguna, su momento más glorioso! Puedo imaginar que en el cielo se escuchó un estruendoso amén, cuando este héroe de la fe puso bien en alto el nombre de Dios y la autoridad de su Palabra.
Hoy Dios está buscando jóvenes y señoritas con la fibra moral que Lutero mostró a la hora de defender sus convicciones. ¿Cuenta Dios contigo?
Señor Jesús, dame valor para poner en alto tu nombre, «aunque se desplomen los cielos».
Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala
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